16/7/07

FORMAN EL GIGANTESCO ARBOL FLAMENCO MALAGUEÑO EL VERDIAL Y LOS FANDANGOS DE VELEZ? (y 2)

Un gran creador, posiblemente influenciado por estos cantes que tantas veces escuchara en Málaga, fue el extremeño don José Pérez de Guzmán y Urzaiz. Este noble señor, de enorme genialidad y refinado gusto, elaboró uno con sello propio formando escue1a con él, pero de la que por desgracia salieron pocos discípu1os. Hoy el gran aficionado Antonio Toscano, en estrecha colaboración con otros no menos buenos aficionados, se ha encargado de restituirlo grabándolo y difundiéndolo al máximo para orgullo de los choqueros.

Fuera ya de la comarca que le vio «nacer», el fandango abandolao, adquiere fisonomía completamente distinta en la de Lucena, en las voces de artistas geniales como «Dolores la de la Huerta» y Rafael Rivas. Produciéndose el «nacimiento» del primer fandango que lleva el nombre de la ciudad lucentina, con un estilo bellísimo y muy flamenco. Pero aun teniendo esa belleza y flamenquismo, le sucedió desgraciadamente, lo mismo que a sus "hermanos» en otras provincias. Pronto fue sentenciado a desaparecer. Pero afortunadamente tal sentencia no llegó a cumplirse, porque en la bendita tierra de la gracia y el salero nacen cada día artistas flamencos, y nacieron: en Sevilla, Manolo Escacena. En Las Cabezas de San Juan, Fernando «El Herrero» y en Cabra, Cayetano Muriel Reyes. Los tres fenómenos vinieron al mundo del arte para salvarlo, engrandecerlo y, por último, grabarlo, legándonos así una auténtica maravilla de cante.

También en la segunda mitad del siglo pasado, y el igual que en otras regiones, se produce en la de Lucena, otra feliz derivación de su primer fandango. Pero es a principios del presente cuando este «vástago» consigue su mayor popularidad, por virtud de su exquisita calidad artística y de sus variados melismas, alcanzando más tarde la cima de su gloria en la garganta privilegiada del fenómeno cantaor "Niño de Cabra", quien con toda seguridad bebió en la fuente flamenca de Rafael Rivas. Este gran Cayetano lo reelaboró a su gusto inyectándole una nueva vida, vida pujante, además de añadirle un patético ¡ay! al final del tercio tercero o fragmento cadencial muy característico en la mayoría de los cantes del gran egabrense. También tuvo este fandango su intérprete excepcional en el jerezano Rafael Ramos Antúnez «El Gloria».

Como es frecuente en lo humano que sobresalga un hijo entre sus hermanos, en talento y otras virtudes, de igual modo sucedió en la extensa familia de estos cantes. Fue la malagueña la que sobresalió de sus congéneres, gracias a su enorme vitalidad y grandeza, que la hizo proliferar y enriquecerse en variaciones estilísticas. A pesar de su notoria grandeza y evidente «jondura» que la hacía de difícil interpretación, fueron muchos, mejor diría muchísimos, los artistas que se apropiaron de ella, modelándola a su gusto, creando cada uno de ellos su propia escue1a. Conservándose, entre otras, la de Enrique «El Mellizo" (padre) y Fosforito, en Cádiz. La de Chacón, en Jerez. La de "El Canario", El Perote y los Pena, en Alora. La de «El Niño de Vélez", en esta población. La de «Fernando el de Triana", en Sevilla, y, por último, la de "El Chato de las Ventas", en Madrid. (En cuanto a esta última, quiero aclarar que "El Chato" la creó sin proponérselo, de pura casualidad. Cantando mal, desde el punto de vista musical, la de Paca Aguilera. Tan mal, que casi nada se le parecía, ni se asemejaba a ninguna otra conocida, por lo que alguien debió otorgarle el título de creador de puro «obligado cumplimiento». Este detalle he tenido oportunidad de comprobarlo porque conservo tanto la grabación de Paca, del año 1920, como la de "El Chato", grabada diez años después. ¡Pobre Chato! Me dijeron que murió en Cáceres el año 1937 a consecuencia del «susto» que le dio un falangista. ¡Qué bien cantaba y qué bonita voz tenía! (Que en paz descanse.)

También la cartagenera llegó a elevarse a la misma altura que la malagueña. Ello fue gracias a la gran nómina de cantaores con que contó desde el primer momento de su «nacimiento». Tales artistas fueron, entre otros, Chacón, El Herrero, El Cojo de Málaga, Manuel Torre, Niño Medina, Niña de los Peines, Manuel Escacena y Centeno. Pero se preguntarán: ¿Por qué fueron artistas de primera fila los que se interesaron por la cartagenera? Pues sencillamente, porque se trataba -y se trata- de un cante auténticamente grande, no apto para medianas facultades; tan grande como la malagueña, la taranta de raíz malacitana y la granaína a lo Gálvez y por supuesto, mucho más preciosa. Durante los años veintitantos de este siglo fue adulterada en su esencia estilística por la inmensa mayoría de sus intérpretes, cantándola con el mismo aire musical que la taranta clásica y cierto estilo de malagueña chaconiana, siendo ésta la causa por la cual son muy pocos los aficionados y cantaores que saben distinguir un cante del otro.

Termino rindiendo a estos cantes de Málaga el homenaje de gratitud que indudablemente merecen. Después de lo expuesto, espero haber orientado a los que se interesan por nuestro arte flamenco respecto del posible origen y proceso de expansión logrados por el VERDIAL, el FANDANGO DE VERDIAL y los de ritmo abandolao. Para mí esta prodigiosa familia de cantes forman el tronco del arte flamenco malagueño. Por ello, honradamente, les aplico las leyes biológicas de la reproducción. Porque de ellos nacieron, además de los enumerados, la Jabera, Rondeña, y el resto de los titulados cantes payos.

Los de Huelva, excepto el abandolao, hoy en desuso, por desgracia, nada tienen que ver con la genealogía de la gran familia malagueña, por lo que en otra ocasión me ocuparé de ellos. Porque bien es verdad que su enorme importancia, su gran reserva flamenca, con sus variaciones estilísticas locales, merecen todo un amplio capítulo por separado.

Esta es mi opinión personal sobre el origen y proceso evolutivo de los cantes de Málaga, irradiados sobre Levante, Granada, Córdoba y Huelva. Que estoy equivocado, es posib1e. ¿Por qué? Pues porque todo, absolutamente todo este mundo del arte flamenco, como siempre he dicho, se halla envuelto por una densa capa oscura, intranspirable e inescrutable.

14/7/07

FORMAN EL GIGANTESCO ARBOL FLAMENCO MALAGUEÑO EL VERDIAL Y LOS FANDANGOS DE VELEZ?

Por M. Yerga Lancharro

(publicado en CANDIL 15, mayo - junio de 1.981)

Para Pepe Sollo y Manuel Urbano

El fandango, desde su origen, es un baile localizado en la comarca de Verdial, el cual va acompañado, por una parte, de diversos instrumentos de percusión, y de otra, de un cante cuyo origen se desconoce.

Unos lo creen de procedencia orienta1 y pudieran estar en lo cierto. Otros lo suponen de nacimiento malacitano. De este cante «prototipo» que iba asociado al baile FANDANGO, se derivó o extrajo una hijuela que más tarde sería aflamencada asignándosele el nombre de la región donde se produjo tan feliz acontecimiento: VERDIAL. Después sería padre de larga vida y numerosa prole, entre la que destaca el que consideramos su "primogénito» y al que bautizaron con el mismo nombre del baile, esto es, FANDANGO.

Dicen doctores en la materia que el proceso de su aflamencamiento fue obra de árabes y otros aseguran que lo fue de judíos. De ahí que resulten dos etimologías, una para el fandango como cante flamenco y otra como cante «jondo». Para los sustentadores de la primera opinión, procedería de los vocablos árabes "felah-mengu" o bien "felahmen-ioum»; en cambio, para los que mantienen la segunda de las opiniones, procedería del vocablo judío" jontoh ".

Amigos lectores, que me perdonen esos doctores porque rechace con estoicismo sus opiniones. Para mí y mientras no se me demuestre lo contrario, y difícilmente podrá hacerlo nadie, en el proceso de aflamencamiento, sólo debieron intervenir los hijos de aquella región.

El verdial, no el fandango, está hoy a punto de desaparecer, a menos que sea salvado por uno de esos jóvenes valores que surgen cada año de los importantes concursos de Córdoba, grabándolo y popularizándolo de nuevo a lo ancho y largo de nuestra geografía cantaora. Gracias al «milagro» de la grabación lo conservo en mi archivo en la voz del mas grande cantaor que para mí, ha dado Sevilla: MANUEL VALLEJO. También conservo unas excelentes grabaciones por verdial en la voz de un artista de mediana categoría artística, pero que gozó de una excepcional cualidad para interpretarlo en toda su prístina pureza, como muy pocos lo han hecho. Me refiero a Francisco Rojas Cortés, de Adamuz (Córdoba).

Del verdial se derivó otro cante con estilo más bello, aunque menos profundo, corriendo la misma suerte que su «genitor». Esto es, que dentro del dilatado período de interpretación que tuvo, no consiguió una profusión de artistas interesados por él, ni proliferación que tal belleza merecía, siendo sin duda alguna, su más valioso difusor, el portentoso veleño, «Juan Breva», quien después de llevarlo en su voz por toda nuestra geografía cantaora, lo grabó siendo muy anciano, con la única intención de ofrecernos generosamente un legado de incalculable valor histórico-artistico y no para pagarse su entierro como alguien ha comentado sin fundamento.

Pronto se destacaron con este nuevo estilo una pléyade de buenos artistas, siendo Joaquín Vargas Soto «El Cojo de Málaga» su más genuino y fiel intérprete. De los artistas foráneos a la comarca que nos ocupa, la de Verdial, hago justicia al resaltar la labor difusora de este fandango, a la familia Gálvez (los Yerbabuenas), de Granada y muy especialmente al gran Frasquito, porque me consta que lo popularizó con tal amplitud por su región, que logró fuese captado por los aficionados, considerándolo como cosa propia. Como algo connatural a su tierra. Hasta tal extremo es así, que incluso en nuestros días se viene interpretando con muy poca variación estilística respecto de su origen malagueño.

Hasta aquí he dejado expuesto el recorrido y expansión logrados por el verdial y su hijo el fandango. Ahora retorno a Má1aga para situarme en la cantaora Vélez y referirme a otros cantes básicos; a otros fandangos conocidos, uno sí y otro no, modernamente con el apodo de "bandolá». Estos cantes, como el verdial, estuvieron en trance de extinción, en la segunda mitad del siglo XIX, siendo también el maestro "Juan Breva" quien consiguió que una de sus dos modalidades adquiriese en su prodigiosa garganta su más pura configuración.

Al referirme a los FANDANGOS ABANDOLAOS (rechazad BANDOLAS por improcedente) no puedo dejar de rememorar, como aficionado agradecido, a la gran polifacética cantaora Dolores Parrales. Esta portentosa cantaora moguereña popularizó otro fandango de Vélez, concretamente el campero, con tal profusión, que raro era el aficionado onubense, de aquella época, que no lo cantaba mientras desarrollaba sus faenas agrícolas. Después de « La Parrala» pocos continuadores profesionales tuvo este tipo de fandango abandolao, siendo «Fernando el de Triana» y Antonio Silva «El Portugués», que yo sepa, los únicos que continuaron cantándolo. Más tarde, Manuel Torre y el «Niño de Cabra» hicieron de este cante algo digno de ser escuchado y por supuesto digno de ser propagado.

(continuará)