27/3/07

ANTONIO FERNANDEZ "FOSFORITO" (XI)

FOSFORITO Agustín González (y V)

Cantaor en lucha

Y son estas las virtudes de Fosforito. Una voz que irrumpe en 1956. (Puente Genil ya le conocía mucho antes, como Cádiz o Málaga. «Un niño sabio -me decía un guitarrista de aquellos círculos flamencos gaditanos- era Fosforito antes del 56»). Una voz que irrumpe para superar la norma y los gustos por los «canarios» y «jilgueros», una voz extraña en el año 56; oscura, que con grandes limitaciones de metal y timbre llega a alcanzar incomprensiblemente, sin falsas modiicaciones en su cuerpo sonoro, las más diversas tonalidades y registros. También la voz de Manuel Torre nos parece hoy limitada, aunque su eco flamenco nos cause veneración. También la voz de Chacón nos parece muy extraña, y ya se decía de Juan Breva « el gigante con voz de niña».

En aquel momento de su aparición, la voz de Fosforito era incomprensible. El pueblo tenía aun más perdida su identidad flamenca con el halago de las voces aflautadas y gaiteras. De momento se encuentra con su propia voz; dura, agrietada y tostada por los aires , el sol de todos los inviernos de aceitunas heladas y siegas asfixiantes. No, no quiere reconocerse en ella y el cantaor entabla su lucha, hasta que por fin, ese pueblo, reconoce su propio eco, su paladar seco como el vino de la tierra; es el grito natural del campo, de la mina, de los barrios bajos de la ciudad. El otro había sido un cante halagador, el de los jardines y salones galantes, el de las camisas de chorreras; un intento de hacer olvidar al pueblo su propio cante, su propio arte, su propia expresión. Fue doloroso el encuentro con la voz de Fosforito, pero esa era la voz. Para reivindicarse el pueblo andaluz, con una cultura autóctona, tenía que reconocerse; fue duro el encuentro, pero al fin se aceptó. A partir de esa aceptación cabe ya iniciar la marcha. En esta como en otras cosas, hay que sanear la propia identidad para iniciar la marcha.

¿Por qué son los hitos en la historia flamenca? -El momento histórico puede equivocarse; la historia no se equivoca nunca. Sigamos: ¿Capacidad creadora? ¿Qué otra cosa puede ser ese fenómeno de Fosforito que ajustándose a las más estrictas normas de tradición y pureza puede aparecer en su repertorio con tan fuerte personalismo que enseguida queda acuñado como cante fosforero? ¿Qué cabe en un arte tan tradicional y tan hecho como el nuestro, en orden a la creatividad, sino imponer y señalarse con un sello personal? ¿Qué otra cosa que el personalismo define más al andaluz y al Flamenco?



También Manuel Torre fue de esta guisa. Hoy aceptamos que Manuel Torre fue un archivo de siguiriyas y que no creó ninguna de ellas; sin embargo, su sentido interpretativo, su vigor, sus cadencias, sus notaciones, su expresividad personalísima y sobre todo, su extraordinaria capacidad de síntesis, de esquematización musical, imprimen un nuevo carácter al Cante hasta el punto de que, si fueron estilos anteriores a él, después de él sólo pueden ser, en esta manía clasificatoria de la flamencología, «siguiriyas de Manuel Torre».

Tampoco Chacón partió de cero aunque fuese un músico genial. Levante tenía un acerbo musical flamenco en la suma de sus cantaores mineros: con Chacón puede hablarse ya de un género levantino-andaluz. ¿Qué nos dio Chacón? Una versión personal de aquel mundo minero que dejara de serlo en su sentido estricto, para ser la versión andaluza de quienes no vivían la problemática minera. Con Marchena vendría a perderse en una vegetación de formas y florituras, en preciosismo gutural; canto epidérmico en definitiva. Con Fosforito vendría a encontrarse de nuevo, fundiéndose espíritu y forma, en la raíz del grito primero que arrancara de la sierra minera y la cuadratura técnica del ritmo. Con Fosforito vuelve el grito y el esquema del espíritu cantaor minero en su versión personalísima.

Observemos los arreglos personales de cualquier cante de Fosforitoto: esa minera-taranto, elaboración basada en un tercio fandangueril de Cayetano; esa siguiriya definitivamente fosforera, con la base anterior estilística atribuida en Jerez a Parrilla el Viejo «Comparito mío Cuco»; el arreglo -más bien actualización- de la petenera de la Niña de los Peines, en el último tercio de ascensión valiente y ejecución rítmica en la cima y descenso de curva melódica... Veremos en todo ello la esencialidad de la arquitectura melódica de los distintos estilos, la síntesis como cualidad expresiva específicamente andaluza y por antonomasia, flamenca. La siguiriya de «Santiago y Santa Ana» está registrada por muchas voces en las «setenta y ocho revoluciones». Si se atribuye, salvando la posible ascendencia de Curro Dulce, a Manuel Torre, es porque sólo éste la simplificó, la redujo al esquema, esto es, al «sumum» de la expresión flamenca.

Recordemos la manera que tenía Caracol de dejar un tercio como esbozo y planificación de un mundo de formas inagotable. Recordemos el «pellizco» de Aurelio en sus soleares de Cádiz. No; a los cantaores no les viene gratuita su inclusión en la historia, ni por el revuelo que pudieron formar en su época. Les viene por lo que tienen de esencia para esa historia. La historia es tiempo y espacio, y ambas dimensiones curan, purifican, seleccionan; lo clarifican todo.

Asidero en la presente encrucijada

Todos tenemos la idea de lo que supone para el Flamenco la facultad de síntesis en su ejecución, pero en la actualidad nos vemos ganados por la grandilocuencia y la ampulosidad. Esto, en oratoria, otras formas de literatura y arte en general, ha sido superado; pero en el Flamenco, que es arte también, vamos, si bien en el mismo proceso de evolución, con retraso. Vivimos ahora mismo la época neoclá- sica en el Flamenco con muy halagüeñas señales de superación, si bien existe un gran peligro de involución, de retroceso, si volvemos al gusto preciosista que también asoma de nuevo en un balanceo de gustos y estéticas. Sería tanto como si el inmenso mar de nuestro Arte se estrellara contra las rocas, formando en su confín esa espuma o barreras de olas que van y vienen repitiéndose a sí mismas. Se oyen demasiadas voces de nuevo que recuerdan con entusiasmo el marchenismo. Todas las épocas acaban por cansancio y agotamiento de sus propias formas, por lo que hemos de buscar alternativas al balanceo que inevitablemente ha de producirse, pero siempre hemos de ir hacia adelante por el camino que dictan los valores eternos que definen nuestra idiosincrasia y, por lo tanto, nuestro Arte. Salvemos esa decadencia que retuerce las formas y cubre sus vejeces con quincalla. Sobre todo, apoyémonos en la historia, pero no volvamos hacia atrás, sigamos haciéndola. Hemos tenido treinta años de cante seco y probablemente necesitemos endulzarlo o -¡qué sé yo!- refrescarlo; pero, cuidado, no le aflojemos la expresión, no lo ablandemos, no lo aclaremos tanto que se quede en el puro formalismo; habremos perdido su esencia y su propia definición de flamenco. Otro peligro -decíamos- es seguir machacando con la grandilocuencia; por ahí llegamos a otro tipo de teatralidad más grotesca todavía. Cuando estamos diciendo que el Flamenco ha ganado en técnica, nos olvidamos de esa virtud que fue norma en los cantaores de antaño: apretar un tercio, afilar la voz, cortar en seco; alcanzar la difícil armonía de la simplicidad, de la sencillez. El espectáculo que nos ofrecen muchas voces triunfadoras de hoy es engañoso: voces que se embarcan y no pueden volver al puerto de una resolución airosa y de un solo trazo; que se hacen reiterativas con innumerables apoyaturas. Cuanto más pensamos en esto, más valoramos el arte de Fosforito. Porque con las virtudes de antaño, las específicas de un cantaor eterno e intemporal, con un respeto total a las formas tradicionales, ha puesto su nombre a todas sus interpretaciones y las ha puesto al día; les ha dado un sentido moderno y universal del ritmo, de los tiempos musicales, aun para aquellos que llamamos «a voluntad». El compás ha podido ser anterior, de siempre, pero el ritmo con acento sincopado es a partir de Fosforito en el Flamenco. Ha dado consecuencia lógica y remate a muchos cantes que, mentados en nuestra época de manera incompleta, les ha dado estructura de pieza musical completa. Ha dado perfil definido y contundente y evolución.
Todo esto tiene tanto más mérito por cuanto coincide su tiempo y espacio profesional y artístico con el gran maestro, restaurador y mentor Antonio Mairena. El tiempo futuro tendrá en Fosforito una pieza clave para entender nuestra época cantaora y será entonces un hito, un motor de la 1istoria íntima de nuestro pueblo.

26/3/07

ANTONIO FERNANDEZ "FOSFORITO" (X)

FOSFORITO Agustín Gómez (IV)



Cante: síntesis andaluza

La manera de hablar de un pueblo se corresponde con su manera de cantar. El andaluz actual es una síntesis del castellano. Empecemos por ahí a entender una clave flamenca, porque nuestro Arte cantado tiene que responder a esa capacidad de síntesis. Ya nos hemos ocupado de ello en otro lugar: la capacidad de síntesis, como de análisis, distingue a la inteligencia, y es la síntesis y simplificación, al tiempo que el análisis y diversificación para matizar y enriquecer, lo que distingue nuestra manera de hablar, como de cantar . Sintetizamos cuando afilamos las palabras en sus terminales, cuando enlazamos y apocopamos con una peculiar e inteligente sintaxis. Simplificamos, en uno solo, parejas de fonemas, como la «y» seguida de vocal y la «ll», la «b» y la «v», la «c» y la «s». (Curiosamente, tuvo que ser un poeta tan universal como andaluz, Juan Ramón Jiménez, el que intentara la unificación de la «g» y la «j» para la ortografía, resolviendo en «j» el enojoso duelo).

En todo ello, se nos queda oyéndonos embelesado el castellano y acaba, seducido, con el tiempo, siguiéndonos. Limamos de rozaduras, tropiezos e íncordios vocablos tales como «reacción», «conexión», «inflexión», «actor». ..para dejarlos más fluidos, más líquidos. El progreso del hombre en sus técnicas para desenvolverse ha obedecido siempre a la ley del mínimo esfuerzo. ¿A qué obecedemos sino a la misma ley cuando simplificamos, reducimos o limamos el castellano? Así es que, tarde o temprano, cuando se enteran de lo fácil que lo ponemos, no tienen más remedio que claudicar los más encopetados castellanoparlantes. ¿No observamos ya que no distinguen fonemas diferentes para las letras «ll» e «y» seguida de vocal, para la «b» y la «v»?

Tenemos, sí, una «h» aspirada que nos suena a «j» y otros ronquidos. Alguna cosilla nos dejaron los árabes en el lenguaje, y nuestra separación natural entre montañas y ríos, reinos de taifas y repoblaciones nos han marcado diferencias tan curiosas que hacen posible en pueblos que sólo distan entre sí tres kilómetros se hable en uno con «ceceo» y en otro con «seseo». Pues bien, el Flamenco cantado es todo eso; mas, bajo un denominador común de andaluz, compatibiliza la sencillez, fluidez, síntesis, afilamiento..., todo esto que es refinamiento cortesano o senatorial del lenguaje, con la rudeza, verdad emocional, quiebro, grieta, rasgo o rajadura; rajo de la expresión campesina. Porque la voz, como la cara, es el espejo del alma y, también, de la propia encarnadura, de la propia piel. Ya lo dijo Julio Alvarez de Villaluenga:

«La voz es una piel tensa
tambor sin lado o perfil
que sube y baja y destrenza
lo que es oculta raíz»
.

Otra característica de nuestra manera de hablar es completar mediterráneamente los sonidos con el gesto. También es fundamental esto en la expresión cantaora. ¿Necesitamos dar ejemplos de frases reducidas a la mínima expresión hablada, que acompañadas del gesto equivalen a un discurso complejísimo? ¡Cuánta arquitectura musical queda plasmada en la resultante de fuerzas, centrífuga y centrípeta, de un arco melodial flamenco, en un terminal afilado de ejecución, en una grieta, rotura o resquebrajadura de la voz! ¡Cuánta energía vital, explosionada con el detonante del sentimiento, cuando encontró su límite la voz y lo rompió hasta el más allá!

La síntesis andaluza al hablar como el cantar no es falta de recursos, sino todo lo contrario, abundancia de ellos, de otros muchos complementarios que, al ponerse en juego, componen el «himno gigante y extraño» que sabía Gustavo Adolfo Bécquer, no sólo para hablar de amor, sino también de miserias humanas, de rencores y desengaños, fatigas y glorias y tantas cosas más, para las que la letra o copla sirve únicamente de apoyo musical, de soporte material en donde dejar caer el grito, la nota, el melos; la queja ancestral o el gozo momentáneo. Ahora, como siempre, desde que el andaluz es específicamente flamenco, se habla en su copla de si «te quise» o «me quisiste», me «olvidaste» o «te olvidé», pero la procesión que va por dentro, puede que escuche una saeta. (Por cierto, se habla de una clave judía en la saeta, y es el Flamenco el que lleva hablando en clave desde que la es. Es una de las razones por las que nuestro Cante responde con una jerarquía de valores diferente a los de cualquier otro género cantable).

El catalán habla en castellano, pero también su propio idioma; lo mismo el gallego... Nosotros, los andaluces, simplificamos el castellano hasta límites ininteligibles para los demás. Ahí, en esa clave simplificadora de sonidos, pero ampliada en gestos y en calidades tanto vocales como silábicas está el Cante. (Los cordobeses de la capital, por ejemplo, no pronunciamos la «s» del plural, pero abrimos la «e», última vocal, para entenderlo así. Los pueblos de Puente Genil, Herrera y Estepa hacen lo contrario, por ejemplo: «peseta» es «peseta», pero «pesetas» es «pesete». La misma o parecida variedad damos a muchas sílabas). ¿Atavismos de origen ibero o tartésico? El caso es que está todo ello patente en la concepción y expresión flamencas, y en el caso de Fosforito que inspira nuestro comentario, más en la expresión musical que en la letra, ya que es un empeño fosforero matizar y hasta deletrear excesivamente su copla, con preocupación cultista. Y es que el andaluz, si habla castellano, puede llegar a las más altas cotas de poesía o de barroquismo literario, porque nadie le gana a sensibilidad e imaginación. En este sentido, hay un Flamenco brillante, espectacular, abigarrado de formas... pero no es éste el que aporta más originalidad andaluza. Lo específico y singularmentt nuestro, ese lenguaje para entendemos acá, nosotros, es el «flamenco-síntesis».



Fosforito es esa síntesis

Y estamos de nuevo a vueltas con la síntesis en nuestro encuentro con Fosforito, síntesis andaluza: cuando un cante se simplifica, se deja descarnado; limpio en su armazón, el aficionado a «grosso modo» entiende que se alivia. ¿Puede aliviarse el cantaor que, como el torero, está dándose de poder a poder ante las astas del toro-cante, porque no ha aprendido a usar de falsetes, sino a salir del encuentro, con sus facultades humanas, de la otra fuerza ciega y contraria que es el toro del Cante? Recuérdese esa situación-límite del «Hermanito mío Cuco», esa otra «Como la sal al guisao», aquello de los «titirimundis», por irnos de punta a punta de la constelación de formas flamencas. Los grandes cantaores de la historia dieron siempre limpio el armazón del Cante y así fué su legado. Por referirnos a alguno en concreto de los que podemos dar fe a través de las 78 revoluciones del disco, podemos citar a Manuel Torre y a Chacón. Son dos grandes hitos en la historia flamenca. ¿Cómo se explica esos grandes méritos que le atribuyen por una parte, sus coetáneos, por otro los doctores en flamencología? Creo que por el poder de simplificación que tenían en la ejecución, por el sentido de la armonía flamenca para hacer síntesis musical -¿quintaesencia, diría Machado?- si es que ya no nos vale el eco de su voz amarga, si es que la voz no tiene su calidad impuesta por el gusto temporal de la moda, si es que no nos vale su capacidad creadora para ajustar estilos a sus facultades personales. Y de nuevo la pregunta: ¿qué facultades son las específicamente flamencas? Ultimamente, de veinte años a esta parte, hemos venido observando una admiración disimulada por las voces grandes, los tercios largos y las notas dejadas, abandonadas en la propia voz. Consecuente con esta tendencia admirativa es una cierta teatralización del pellizco, la «tarascá», y un efecto emotivo hasta la truculencia con el que las gargantas se deshilachan antes de romperse en aristas y vértices. No, son voces planas que aplastan y no pinchan. Hace treinta y cuarenta años había voces en el candelero popular como pitos de tren. Me temo que hay demasiadas voces hoy, tenidas por flamencas, que son bocinas con efecto de apisonadoras de oídos. No tenemos remedio, el grueso de la «afición» se rellena de populismo y el populismo es siempre truculento y desmedido, mucho más el andaluz, que está falto de identidad y es fácil buscar esa identidad; sólo tiene que mirarse la manera de hablar: si hablamos corto y por derecho, así es su cante. Fosforito hace en estos últimos tiempos unos cantes de malagueñas y granaínas de Chacón que son modelo de perfección esquemática y ejemplo de cómo se puede alcanzar esa perfección de síntesis flamenca con las más variadas voces, porque no puede haber más disparidad de voces que entre Chacón y Fosforito.

(continuará)

22/3/07

ANTONIO FERNANDEZ "FOSFORITO" (IX)

FOSFORITO Agustín Gómez (III)

Unidad de estilo

Si analizamos u observamos el cante de Fosforito, veremos que puede éste clasificarse en grandes apartados de cante: malagueñero, gaditano, levantino..., etc. Pero ya no sé si habrá más contenido personal del propio artista en tales distinciones localistas que efectivas particularidades locales. Creo, efectivamente, que no se proyectan las localidades cantaoras sobre el artista, sino al contrario, el artista sobre estas localidades. Tal y como debe de ser en arte. La belleza, como el arte, es una proyección sentimental del propio artista sobre el objeto. Es el artista el que ha de dar su propia interpretación del objeto, del mundo que le rodea, y es realmente esto la único que interesa en arte, porque para dar una imagen objetiva, realista de las cosas, están las máquinas. Los cantes locales en la expresión artística de Fosforito serán su propia visión del localismo, serán tratados bajo la óptica personal del artista en cuestión; empezarán por darnos ya la primera muestra de su aportación personal al Arte Flamenco.

Cualquier cante local tratado por Fosforito cobra una imagen diferente y diferenciadora. ¿Es lo que sucede con todos los cantaores? Es lo que debiera suceder con todos los artistas, porque no se es artista si no se establecen matices diferenciadores correspondientes a la propia personalidad, y todos los cantes locales, por diferentes que sean, cobran entre sí unidad de estilo personal; es el sello del artista lo que da unidad diferenciadora sobre la diversidad temática. Y por ahí hemos de entender la aportación del artista: la valoración que hace del mundo que le rodea, del objeto; la proyección de su propio «yo» sobre el modelo-objeto de su arte. En el retrato que puede hacer un buen pintor debe de haber tanta identificación del personaje retratado como del propio pintor, de tal manera que si se trata de un retrato psicológico, la sicología del retratado ha de fundirse con la sicología del retratista.

En el caso del Cante actual hay un denominador común entre los localismos cuando son interpretados por Fosforito, que es eso que hemos dado en llamar así, en abstracto, «lo fosforero». Descender a lo concreto sobre su personal modelado de formas específicas como..., ¿qué sé yo», «verdiales de los montes de Algarrobo», o tantas mineras modeladas con el barro de un fandango, sería minimizar el fenómeno de su aportación personal al Cante.

«Fino amargoso» de mi tierra

Veamos otros aspectos de la aportación unitaria y generalizadora de Fosforito al Flamenco:

¿Quiere el «bel canto» alcanzar la expresión angélica? No sé; el Cante, nuestro Cante, desde luego, no; acepta, sí, su condición humana, aunque en permanente rebeldía. Hombre que sufre y goza, ríe y llora, siente y padece; ofrece en su comunicación lo que lleva dentro. Cantando se consume y se libera. «La voz de Fosforito -dice Pablo García Baena- pelea broncamente -como Jacob- con el ángel del frío, esquiva en gracia el plegado armonioso de la musa y se entrega tronchada, balbuciente, enfebrecida, al deseo negro del duende».

Algunas veces hemos oído a Fosforito con la voz cansada... ¿Cansada? ¡Qué falta de sensibilidad! : «Cansada» decimos a lo que Pablo llamó mucho más bronca, «voz tronchada, balbuciente, enfebrecida...». Me he dado una vuelta por el público y escucho unánime el comentario: «Fosforito está hoy mal de la voz». Respondo que está hoy mucho mejor de la voz, cualquiera de los últimos días, que cuando en 1956 obtuviera el premio absoluto del Concurso Nacional de Córdoba, cuando nos conquistó a unos pocos y descubrimos en él una autenticidad de valores que habrían de constituir la jerarquía básica para un renacimiento flamenco. Lo que hasta entonces podía ser nostalgia, recuerdo, hallazgo ocasional de un rincón de la geografía andaluza, o de un tímido rincón madrileño de nuestro Arte, para volver a perderse o ignorarse, se hacía realidad espléndida, agresiva y constante con Fosforito.

Han pasado treinta años y muchas cosas en ellos. Fosforito sigue como punta de lanza. ¿Pero qué pasa con Fosforito en esa actuación bajo cuya impresión interesa nuestro comentario? (Obsérvese que no hablo de un momento feliz, sino de ése que se tiene por menos afortunado y susceptible de aparecer en cualquier momento de la vida de un artista, de un hombre). Cuando termina cada cante, ese público le aplaude a rabiar. ¿Por qué? Porque comunica y hace sentir; su expresión es caliente, su nervio es una vibración total. En la medida que su voz está más rozada, produce más calor en la cabalería, que no galería. Y es natural, la voz es un cuerpo sonoro, y todo cuerpo se calienta y transmite su calor con el roce o frotamiento; por eso, una voz lisa, fácil, fluida, engrasarla y limpia, es una voz fría. Por otra parte, nunca se podrá decir que esa voz rozada, si es la de Fosforito, que sea una voz apagada, pues ninguna tan vitalista, tan animosa, tan apasionada; más enfrentada y rompedora de nieves como de nieblas en la garganta; a la que mueve un impulso gigantesco aunando en su tensión a todos los músculos del cuerpo. Voz que si «tronchada», tanto más «enfebrecida»; si « balbuciente» , tanto más expresiva.



¿Qué se entiende por una buena voz flamenca? Acaso sea que el sentimiento está en abierta contradicción con el entendimiento. Aunque en materia de Cante es mejor sentir que entender, cada cosa tiene su valor. Debería de hacer una correlación entre sentimiento y entendimiento, pero ¿cuántas veces se aplaude con el corazón lo que no se entiende con la mente? No cabe decirse lo contrario al mismo tiempo, porque el aplauso es un impulso y los impulsos son del corazón; la mente, en cambio, nunca aplaude. (He visto en una peña flamenca de Málaga y en otra de Huelva que no se aplaude al artista por buena que haya sido su actuación, cualquiera que éste sea. Acaso sea ese detalle una indicación de que sus peñistas quieren ser cerebrales. Difícilmente lo consiguen, ya que les delata su corazón al sustituir los aplausos por un murmullo repetitivo y demostrativo de su aprobación y entusiasmo por el artista. El corazón brota a raudales siempre que está emocionado; si no aplaude, murmura difícilmente contenido. Que nadie se reprima y aplauda sin complejos. ¿Qué más da la manera de manifestar el entusiasmo? Por otra parte, nada perjudica más al Arte y a sus artistas que un aficionado que presume de tener tanto cerebro que oprime su corazón).

Sí, los hay que aplauden con el corazón lo que no entienden con la mente. No es otra cosa que la memoria perdida de lo que somos. Somos de nuestra época, sí, ¡pero tan desarraigados...! Hemos olvidado las claves flamencas, hemos perdido gran parte de nuestra identidad; pero tenemos esperanza de recuperarla: nos queda el sentimiento. Recordemos al poeta Juan de la Plata:

«Cantaor de pena honda,
tienes la voz amarga
como el vino de mi tierra»
.

Esta dicotomía entre sentimiento y entendimiento onubilado por influencias extrañas y, por otra parte, inevitables del mundo en el que vivimos, se hace armonía en el arte fosforero, y me parece otra de sus grandes aportaciones estéticas y conceptuales al Arte Flamenco de hoy. No sé si será buena esta definición, pero es la que tengo a mano: el Arte Flamenco es la tradición renovada en nuestro pueblo por la aportación personal del artista. De manera que así como decía Eugenio D'Ors: «en arte la que no es tradición es plagio», nos atreveríamos a añadir nosotros que la tradición es una actualización de lo ancestral. Y veamos la que nos aporta Fosforito a este respecto:

(continuará)

21/3/07

ANTONIO FERNANDEZ "FOSFORITO" (VIII)

FOSFORITO (Agustín Gómez) (II)

El arte es comunicación, pero no todo el arte se comunica por sí mismo. El artista es sólo el aparato emisor, pero la comunicación necesita un receptor en la misma sintonía y, tanto mejor, si es de la misma calidad. No nos extrañe pues que el arte de Fosforito, como el de Picasso ó Goya, necesite de un intermediario que explique, que trate de poner en sintonía al receptor . Si vamos limpios de corazón, sin prejuicios ni esfuerzos intelectualoides a una pintura negra de Goya, o al «Guernica» de Picasso, recibiremos el impacto de horror o de inquietud; exactamente lo que pretendieron comunicar. Es cuando queremos ver lo que hay en la mancha del lienzo, cuando queremos intelectualizar el impacto o la emoción, cuando tenemos problemas de interpretación. Pero no se trata en la comunicación del arte de interpretar el mensaje, sino de recibirlo para que fecunde nuestra sensibilidad. A ningún pintor se le ocurrió nunca explicar su obra, como no debió ocurrírsele nunca a ningún cantaor explicar su cante, ni mucho menos meterse a flamencólogo. El cuadro es para verlo y el Cante para escucharlo, jamás para explicarlos. O por lo menos esa es la intención del artista, como única pretensión del arte. Claro está que cuando no hay vivencias naturales o caldo de cultivo, hay que fabricarlos. y en eso estamos, en el rollo de la dialéctica, de la flamencología.

Sin este rollo no hubiera sido posible mover el gusto de la afición popular e incluso elitista por el Flamenco, por lo que hoy entendemos como Flamenco. Estaríamos en otra onda estética y Fosforito hubiese quedado inédito. Si gracias a los artistas hemos montado nuestro rollo sus comentaristas -historiografía y crítica del arte-, gracias a los comentaristas, los artistas no quedan inéditos y, aquellos que necesitan de intermediarios por su calidad de mensaje, pueden comunicarse. No vamos pues a andamos con complejos, aun reconociendo nuestra admiración por ellos, que ahí es nada nuestro esfuerzo en el empeño de explicarlos. Por mi parte, he de decir que admiro tanto a Fosforito como a González Climent, que me lo explicó por vez primera; como a aquel locutor , ya olvidado, que no ponía nada más que su entusiasmo en divulgarlo sin saber otra cosa que leer en las etiquetas del disco, también merece un respeto. Gracias a todos ellos, el artista se comunica.

Estética jonda

Ya dijimos que el vitalismo de Fosforito llega directamente al espectador; el impulso, el alma. La parte material necesita en cambio de una explicación. A mí me parece especialmente fosforero este Fosforito cuando la tragedia se cierne sobre su garganta, sobre su voz. El mito de la tragedia se cifra siempre en la lucha del hombre en situación límite, en la lucha imposible. La belleza del toro, como del Cante, está en la lucha. No hay duende, no puede haberlo, en el torero como en el cantaor si no hay posibilidad de muerte o de fracaso. Ya lo decía Federico García Lorca: «...el duende no llega si no ve posibilidad de muerte, si no sabe que ha de rondar su casa, si no tiene seguridad de que ha de mecer esas ramas que todos llevamos y que no tienen, que no tendrán consuelo». Un poco más allá, añade: «Angel y musa se escapan con violín o compás, el duende hiere, y en la curación de esa herida, que no se cierra nunca, está lo insólito, lo inventado de la obra de un hombre». Lorca lo sabía muy bien. Toda su vida se la pasó buscando y encontrando al duende. En esa lucha permanente con el duende está lo específico del poeta Lorca y lo que en definitiva ha sido su mayor atractivo, atractivo en lo que hay de misterio lorquiano; su propia muerte mítica. Fosforito es un concepto lorquiano de la estética jonda que no se entiende sin el duende, aunque el duende sea ininteligible. En ello radica el dolor, la punzada, y hasta la insatisfacción que nos deja siempre en anhelo, del arte de Fosforito.

Así me pareció el cante de Fosforito en muchos momentos de su vida artística: esfuerzo agotador, corazón por la boca, un tirarse a matar ese toro del Cante con una generosidad total, que no escatima el sacrificio supremo si ha de ser para conseguir el mejor encuentro posible de hombre y cante espléndidamente dialogado con la guitarra. Al contrario de la tragedia griega, aquí salió triunfante el hombre; fortalecido, moralmente fortalecido por la lucha, aunque consciente también de su humildad. ¿Al contrario dije? No, así es también el triunfo de nuestro hombre trágico. Sólo así, Fosforito hace claramente inteligible el prodigioso contraste de sus claroscuros, la gran paradoja de su luminosa voz sombría, el milagro de su tesitura en una voz agarrada desde las uñas a la tierra, estallando en graves y agudos prodigiosos; la ternura de su metal duro. El sabor seco, la expresión sobria, el sentimiento dramático, la precisión técnica, el gesto agresivo y hasta violento de su concepto flamenco, sólo contrastado con sus coplas que hablan de amor y honda humanidad... el arte, en suma, personal y único de Fosforito que deja dolorido a su auditorio, porque el Cante, más que un gozo -como dijera Juan Talega- es un dolor .



Personalismo

Fosforito es de Puente Oenil y de alguna manera habría de correlacionar su cordobesismo de origen con ese sentimiento trágico del grito que es ante todo su cante: el senequismo. Nadie más clásico y personal a un tiempo que este Fosforito flamenco. Nada más alejado formalmente del temario flamenco cordobés que el cante de Fosforito. A simple vista, en este aspecto, más se puede identificar su cante con Cádiz o Málaga, con el famoso triángulo que pasa también por Sevilla y Jerez, o el café cantante del pueblo minero; que todos los caminos y manifestaciones de la vida andaluza se han expresado por el cante de Fosforito, y sin embargo, hay algo en él de inmutable, permanente, característicamente cordobés. Si Ricardo Molina nos hablaba de dos etapas del cante cordobés subsidiarias de La Serneta y El Ollero, respectivamente -Ricardo no conoció a Cayetano Muriel suficientemente y es por lo que no llegó a reconocerlo-, con Fosforito hablaremos de una nueva etapa, de una nueva escuela que sintoniza a tope con el cordobés de hoy, porque el «fosforismo», a no dudarlo, es una manera de cantar, pero también una manera de entender el Cante; más aún, una nueva estética flamenca, que responde a una manera de ser cordobesa, no en el aspecto formal o superficial, sino en aquello que hace la estructura, el armazón o el hondón; la razón de ser flamenco, aquello que marca indeleblemente. Una nueva estética de nuestro Cante: el armazón de lo clásico, resaltado en medidas y proporciones justas; descarnado en su forma melódica casi hasta la simplicidad espiritual; lo estoico, lo sobrio, como decantación más auténtica del alma andaluza que tiene asumido su drama en latente rebeldía.

Sí, podríamos empezar a explicarnos esta manera de ser flamenco haciendo unas consideraciones sobre el localismo cantaor. El localismo en el Cante es una manifestación del talante, de la idiosincrasia, de la propia expresión hablada de un pueblo; del acento, ese acento en la expresión, del que Vicente Alexandre dijo: «es el máximo exponente de la raíz de un hombre». Pero así como nuestro Premio Nobel se queja de haber perdido su precioso acento andaluz -que nació en Sevilla, se crió en Málaga y desde muy joven ya en Madrid hasta que murió con ochenta y tantos años, de padre valenciano; por lo que este acento estaba condenado por las peripecias de la vida, aunque su espíritu fue siempre el reflejo de la luminosidad sevillana y malagueña-, nosotros también tenemos más que motivos para quejamos de perder más y más cada día nuestras peculiaridades locales; aunque hay algo fuerte que nos aglutina a todos por encima de lo cordobés, sevillano, granaíno..., etc., que es lo andaluz.

Mientras Andalucía se ha ido secando y agrietando, ha visto cómo se le iba apuntalando con columnas salomónicas. Su angustia existencial, manifestada en cante jondo, ha sido enmascarada o consolada con semanas santas, ferias y romerías. Algún día el andaluz encontrará su propia identidad, conocerá a su hermano con el que comparte suelo y cielo, y ya no estará solo. Ese «dios» al que se aferra con alienante sentido de la propiedad -«mi dios»- será el Dios de todos, y habrá acabado para él esa angustia existencial. Pero mientras tanto...

Con Fosforito se ha reencontrado la estética jonda del Cante por lo que clamaba García Lorca desde Granada. Haría falta un Fosforito para cada manifestación andaluza de arte o de vida y Andalucía sería entonces una inmensa luminaria.

La división localista de las soleares, por ejemplo, ha estimulado nuestro individualismo. Por eso, ha sido la idea más fija que ha quedado de la lectura de la «biblia flamenca». Sigue siendo nuestra preocupación y hasta nuestra lucha, el significamos por nuestro orgullo localista; pero, desengañémonos, hablar hoy de Cante en Córdoba, como en Granada, Málaga..., es aferrarse a la nostalgia, es caer en el más pertinaz anacronismo. Conformémonos con «lo andaluz» y no sería ya conformarnos, sino aspirar a nuestro mayor timbre de gloria.

(continuará)

20/3/07

ANTONIO FERNANDEZ "FOSFORITO" (VII)




FOSFORITO (Agustín Gómez) (I)

Cuando llegaron a Córdoba sus "bodas de plata" de actividad organizativa de concursos y festivales flamencos, quiso significar todo su esfuerzo y mérito en la persona de Fosforito, nombrándole Hijo adoptivo y publicando un libro, con su nombre por título, que testimoniara el binomio cordobés de arte-afición flamenco. Si alguien pensó en oportunismo político de un Ayuntamiento democrático que olvidaba la importantísima gestión política que supuso en su día la creación en Córdoba de aquel concurso primero de "cante jondo", 1956, con los esquemas lorquianos de 1922 en Granada, que olvidaba a tantos y tantos gestores que lo hicieron posible, pronto tuvo ocasión de comprender que, si bien el arte se puede mover por una política cultural más o menos oportuna u oportunista, sólo el arte verdadero deja huella en el pueblo, remueve su sentimiento y es agradecido por éste. Es por eso que cuando el Diario «Córdoba» hace una encuesta sobre «dos cordobeses del año», los cordobeses votamos a Fosforito en la rama de «artistas». Hay otros muchos artistas en Córdoba de géneros muy diversos, no necesariamente escénicos; es igual, para el pueblo de Córdoba no hay otro artista máximo que Fosforito, «el elegido».

Puente Genil, su Pueblo natal, ya había vibrado en incordios y satisfacciones con todo el aire que respiraba quien, al fin, sería su hijo predilecto. Muchos pontanos del pasado y del presente merecen ese título, pero ninguno tan mirado y tan presente en el propio pueblo como Fosforito. Nombres de calles, pasajes y paseos en sus pueblos naturales y de adopción son ya el nombre Fosforito; nombres de peñas aquí y allá... Me detengo en una distinción muy significativa por lo que tiene de irrepetible: por el mes de junio pasado, la institución jerezana de ámbito nacional denominada «Cátedra de Flamencología», nombraba presidente y director honorarios de la misma al escritor y flamencólogo hispano-argentino Anselmo González Climent, y al cantaor Antonio Fernández Díaz «Fosforito», respectivamente, en atención a los méritos que en los mismos concurren por su brillante actividad, en los campos intelectual y artístico del Flamenco.



Tanto el señor González Climent como «Fosforito», ya pertenecían a la denominada «Cátedra de Flamencología», desde hace tiempo, como «numerarios». Y aquí lo irrepetible, y por lo tanto, más importante y honesto, honestidad de la propia «distinción» que no aspira a rentabilizarse, por sí misma, en publicidad al repetirse cada año: ambos vienen a sustituir, por fallecimiento, al escritor Tomás García Figueras y al cantaor Antonio Mairena, que ocuparon durante muchos años las distinciones de presidente y director honorarios, respectivamente, de la citada institución jerezana.
La noticia, recibida de la propia «Cátedra», nos llenó de satisfacción y orgullo. «Fosforito» ya tenía desde hace tiempo sus propios reconocimientos y homenajes, tantos como este pueblo flamenco otorga por su sentido de la justicia, de la compensación, del cariño, de la generosidad, de la trascendencia e intrascendencia, seriedad y «ojana», competitividad, oportunidad..., etc., etc., pero creemos también observar cómo iba progresivamente sucediendo al maestro Mairena en aquellos que a éste le eran propios. Cuando Mairena se retiró de los festivales, «Fosforito» heredó de manera natural, por emanación de su propia autoridad artística y moral, ese puesto de honor de cerrar la primera parte de los festivales. No ignoramos, sin embargo, que hoy ciertos artistas imponen por su fuerza en taquilla, por su «gracia» venida de bóbilis-bóbilis, mediante contrato, cantar antes de las dos de la mañana, o cerrar esa primera parte de festivales. Jamás Fosforito tuvo que imponer tal requisito, pero la mayoría de festivales se lo dieron, por lo menos aquellos que se lo daban a Mairena, que son precisamente aquellos que saben de dignidades y dar al César lo que es del César. Cuando falleció Mairena, nuestro impulso homenajeador, viudo de Mairena, se consoló con Fosforito, quien además de los suyos propios empezó a recibir aquellos homenajes que llevaban «caché» mairenista, curiosamente Fosforito que ha sido el menos mairenista, nada mairenista, de los cantaores actuales; aunque sabe rendir pleitesía con frecuentes recuerdos de cariño y respeto a su amigo y compañero -mentor, si se quiere- Mairena. La designación de la «Cátedra», efectivamente, nos parece sumamente significativa. Los más susceptibles pensarán que estamos sugiriendo «llaves» y «cerrojos». Habrá «viudas» inconsolables de Mairena que se ofendan gravemente con lo que entenderán atrevidas, insensatas e inoportunas insinuaciones nuestras. No; decididamente no. Hemos dicho una y mil veces que no queremos ni creemos en más «llaves» simbólicas porque, sencillamente, somos mayores de edad. No obstante, los hechos son los hechos, y es un hecho que CANDIL me ha pedido un trabajo, éste, en homenaje a Fosforito.

De ninguna manera pretenderíamos capitalizarlo -poco capital podríamos aportar nosotros-, ni mucho menos justificarlo. Un homenaje no necesita justificarse cuando es de admiración. La sensibilidad se despierta y se pone en sintonía movida por un estímulo que en la mayoría de las ocasiones no tiene explicación. Nadie intente explicar por qué esto es así, si acaso, es simplemente eso, una cuestión de sintonía: un aparato emisor y otro receptor que se encuentran en la misma sintonía de sensibilidad, de fibras nerviosas, de neuronas, o vaya usted a saber .

Sin embargo, a veces uno intenta airear sus razones o sus pasiones. Es honrado hacerlo y es saludable. Es también generosidad para con los demás que uno intente hacer que los demás compartan sus criterios, sus gustos, sus aficiones. Es la manera que tendremos todos de enriquecernos mutuamente. Anotemos bien que no hablo de generosidad para con el homenajeado, que éste, más bien y si hemos de ser rigurosos en la verdad, es el objeto utilizado para nuestra exhibición o el objeto en donde se proyecta nuestra manera de entender el fenómeno flamenco.

Queremos situarnos de frente; no escapar por las ramas. Fosforito es primeramente un hombre de nuestro tiempo. Ya tendrá por ahí algún hagiógrafo que se ocupe de ese aspecto. Fosforito es un profesional del espectáculo flamenco. Presumo que ese aspecto interesará a organizadores, agentes artísticos y público en general que paga su entrada para verlo en un lugar y a una hora; incluso, a compañeros y coordinadores. Sería para mí andarme por las ramas hablar en este caso del hombre y del profesional. Lo más fácil para mí sería hacer su biografía. Todo esto, entiendo, sería escapar a mi responsabilidad. Hablar de cante -y para eso estamos- es hablar de Fosforito cantaor. Es ahí en don- de el toro nos puede coger por los cuernos; pero no hay otra actitud más hermosa si estamos en el ruedo. El tema está fijado: Fosforito, cantaor; Fosforito, artista.

El Cante es arte y el arte es comunicación. Hay una vibración en Fosforito, una dinámica, una energía vital que llega directamente al espectador (espectador en su calidad de ver y oír). Es una armonía total de gesto y sonido, vibración armónica de plás tica y sonido que se suma en un solo cuerpo a su elemento de acompañamiento, el guitarrista. Por eso, la medida y la afinación son para él los principales valores musicales. Puede entenderse así el arte como una matemática; pero nuestros padres, los griegos, sabían muy bien, y nos demostraron mejor, que no hay arte sin matemática. También -nos prevenimos- la matemática puede tener una connotación peligrosa con la «cabeza», la «inteligencia» cuando, parece ser, el arte es más asociado al «corazón», a la sensibilidad. ¿Pero es que no es matemático el corazón en su trabajo de bomba impulsora de sangre como de sensibilidad? ¿Es que no parte nuestro sentido de la matemática del ritmo del corazón? Es por eso que el arte ha de tener «corazón» y «cabeza». Sin «cabeza» cae en el ridículo, sin corazón carece de comunicación.

(continuará)

19/3/07

ANTONIO FERNANDEZ "FOSFORITO" (VI)

FOSFORITO: GENIO CONTEMPORANEO DEL CANTE FLAMENCO EVOLUCIONISTA (II)

A «Fosforito» se le ha comparado nada menos que con Manolo Caracol, en la línea de las «heterodoxias» innovadoras del Cante, respetando el temperamento y el estilo personales, inconfundibles, de cada uno.
«Fosforito» ha creado su propia escuela de Cante, ajena al academicismo impecable y poderío recitativo de un don Antonio Chacón y ajena también, en lo gitano, a la imponderable escuela calé del «rajo» atávico, que sólo impulsan los milenarios duendes fragüeros, asociado con la visceralidad de una Pastora Pavón, una Fernanda de Utrera, un Manolo Caracol o un Fernando Terremoto.

Lo más curioso del caso, el payo que es «Fosforito», cantando suena mucho antes a cante cañí que a cante gachó. Esta es una de las muchas curiosidades que exhibe la genialidad artística de «Fosforito», que sabe ajustarse al compás y a los más rancios y tradicionales cánones cuando debe hacerlo, pero que también sabe apartarse de pretendidos «dogmas» flamencos, único modo de que el Cante siga vivo y actual, dentro de su exigible e ineludible marco de pureza. «Fosforito» canta puro, pero distinto, al igual que hicieran en su tiempo un «Niño Gloria», un Manuel Vallejo, un Tomás Pavón y, por qué no decirlo también -salvando las diferencias pertinentes-, un Pepe Pinto y un Pepe Tejada, el injustamente descalificado y genial «Niño de Marchena». Así podríamos seguir, «ad infinitum», trayendo a colación nombres como Juanito Valderrama y otros muchos más, que incurrieron -al parecer de algunos partidistas y racistas exaltados y miopes- en el pecado original de ser payos. Quien no esté libre de este absurdo prejuicio «tradicional», aunque exaltado «ad libitum» en tiempos muy recientes por algunos seguidores de algunas escuelas muy significadas -ex- celentes e indiscutibles, cierto es- deben ahorrarse la pena y la fatiga de seguir leyendo este modesto ensayo.

La grandeza del Cante Flamenco surge, tanto de lo sustantivo -los palos, los cantes- como de lo adjetivo -las formas, las interpretaciones, los estilos, la evolución- y, con gran frecuencia, lo adjetivo puede primar sobre lo sustantivo -sin ignorar jamás esto último-, transformando lo pequeño, lo chico en grande y viceversa. En «Fosforito» se conjuga un sano equilibrio entre el fondo y la forma; por esta razón podemos hablar de él como de un auténtico artista.

Como no podía dejar de ocurrir en el caso que aquí consideramos, también existen muy dignos y respetables discrepantes sobre la auténtica dimensión del arte de «Fosforito». Valga, a este respecto, como único botón de muestra la opinión de A. Alvarez Caballero (Historia del Cante Flamenco, Alianza Editorial, 1981), que opina que el arte de «Fosforito» adolece de exceso de perfeccionismo estudiado, rutinario, rígido, teatral y reiterativo..., «más mecánico, que verdaderamente inspirado y de jondura flamenca...». Evidentemente, sobre gustos y opiniones -máxime dentro del ámbito de apreciación del Cante Flamenco- cada uno es muy libre de expresarse de conformidad con lo que siente y de cómo lo siente. No existe, evidentemente, un patrón universal que dé la medida absoluta del Arte, por naturaleza subjetivo.

En todo caso, podemos asegurar que «Fosforito» llega cantando y no hay peligro de confundirle con otro... más que consigo mismo, que no es poco, dentro de un entorno artístico que es patrimonio de millares de cantaores, muchos de ellos buenos artistas.

Entremos ahora, a vuelapluma, en el tema de las tan traídas y llevadas «Llaves de Oro del Cante», que tiene más interés para presumir de «currículum» que verdadero significado objetivo, hablando en términos relativos. Aquí podría traerse a colación el siempre vigente dicho de que «ni son todos los que están, ni están todos los que son», si bien introduciendo una corrección consistente en ignorar la primera parte de la frasecita, que libera de toda duda razonable a Tomás «El Nitri», a Manuel Vallejo y a Antonio Mairena. ¿Qué pasa entonces con la cuarta «Llave de Oro? , ¿quién se la merece más? Esta es precisamente la segunda parte de la sentencia, muy fácil de contestar: se podrían haber otorgado muchas más «llaves» y se pueden otorgar algunas más actualmente. No entraremos aquí a considerar a quiénes se les podrían haber otorgado tales «llaves», pero sí diremos que un indiscutible candidato a una nueva de tales concesiones es precisamente «Fosforito», y me ahorraré nuevamente el esfuerzo de pronunciarme sentenciosamente sobre el número que su candidatura ocupa en el «ranking», por razones análogas a la antes ya expuesto. En cambio, sí me atrevo a pronunciarme sobre en qué grupo o categoría cabe clasificar al respecto a «Fosforito»: no en primera, sino primerísima.

No podría dejar de concluir este breve ensayo y semblanza sobre nuestro cordobés maestro, sin dejar de aludir al justo reconocimiento y homenaje que con motivo del XXV aniversario de su triunfo de 1956 en Córdoba tributó el Excmo. Ayuntamiento de Córdoba a este artista, cuyo arte en el Flamenco alguno ha comparado, con acertado símil taurino, más próximo a Juan Belmonte -por la excelencia de su arte, habida cuenta de sus mermadas facultades- que a Joselito «El Gallo» -por su poderío y facultades naturales-, dedicándole como especial regalo de Bodas de Plata por su referido triunfo un magnífico libro, primorosamente presentado, derrochando gusto y estética bibliográfica, que apareció publicado en 1981 y a precio auténticamente popular, lo que dice mucho en favor de la idea y finalidad que perseguía con ello la Comisión Organizadora de dicho homenaje. En dicho libro, profusa y artísticamente ilustrado, de selecto y variado contenido gráfico y pictográfico, se ponen de manifiesto, con generosidad y justicia, las excelencias personales y las cualidades artísticas de «Fosforito», a través de extractos de textos y comentarios, reproducciones pictóricas, dibujos y fotografías, elaborados por prestigiosos escritores, poetas, aficionados y entendidos del Cante Flamenco, locutores de radio, pintores, dibujantes y fotógrafos de nuestro tiempo. Dicho libro incluye, además, un extenso «currículum» del artista en el que figuran numerosas peñas flamencas que llevan su nombre, abundantes concesiones de insignias de oro, diplomas, placas, bandejas, trofeos, catavinos y otras distinciones de la más variada índole, cerrando el libro una enumeración de su extensa y variada producción discográfica, grabada por las más importantes y prestigiosas firmas del disco.

18/3/07

ANTONIO FERNANDEZ "FOSFORITO" (V)



FOSFORITO: GENIO CONTEMPORANEO DEL CANTE FLAMENCO EVOLUCIONISTA

J. A. Pérez-Bustamante de Monasterio

Mucho y casi todo muy bueno se ha escrito ya sobre ese gran cantaor ponteño que es Antonio Fernández Díaz, popularmente conocido con el sobrenombre artístico de «Fosforito», cuyo arte se impuso de manera imparable, arrolladora, desde 1956, como vencedor que fue en el «I Concurso Nacional de Cante Jondo», celebrado en Córdoba por iniciativa de su Excmo. Ayuntamiento, en noble y muy dura competencia con los más destacados cantaores del momento. Tanto se ha escrito y dicho en las últimas décadas sobre «Fosforito» que no resulta fácil en este momento aportar demasiadas cosas nuevas, originales, sobre tan sobresaliente figura del Cante; preferible resultará realizar una somera síntesis de las principales características y rasgos artísticos que adornan a tan excelente cantaor, que no por ser payo deja de tener cabida dentro del sagrado marco en el que cabe encuadrar a los mejores cantaores que han dado cerca de dos siglos de historia del Flamenco.

Aspectos fundamentales del arte cantaor de «Fosforito» subyacen en su inconfundible voz, en su peculiar estilo de decir el cante, en su enciclopedismo cantaor polifacético y en su ocasional «heterodoxia» interpretativa, que lejos de atentar contra moldes y normas «clásicas», tradicionales, del Cante, le convierten en un claro innovador, actualizando de modo muy deseable viejos patrones y moldes cantaores, por lo demás dignísimos, de los que un buen artista no debe de apartarse, salvo en las formas interpretativas, siempre impresoras en el cantaor de un marchamo de personalidad, que evitan la de otra manera inevitable fosilización del Cante. En resumen, aparte de otras virtudes necesarias, la fundamental para que un cantaor pase verdaderamente a la dorada historia del Cante, es que tenga suficiente personalidad artística propia. Esto siempre ha sido así y continuará siéndolo, ya que no se concibe ningún tipo de manifestación artística fosilizada en su historia, por brillante que ella sea. Si hay algo que nadie le niega a «Fosforito», aparte de lo mucho y lo bien que canta, es que se trata de un artista de auténtica personalidad, marcador de época y estilo. Por supuesto que en este aspecto «Fosforito» no es el único ejemplo de cantaor evolutivo, pero es uno de los evolucionistas actuales y, además, es uno de los más destacables y desde luego, de los más interesantes, por no incurrir en la subjetividad del calificativo absoluto del que más, pues sabido es que en el arte no existen absolutos, considerando la inmensidad de facetas y factores que confluyen en la complejidad de toda creación artística, por lo demás siempre abierta al subjetivismo de los gustos personales del receptor de todo mensaje artístico.

La personalidad del arte de «Fosforito», que de esto intentamos hablar , ha constituido el objeto de estudio y de muy favorables comentarios y apreciaciones por parte de la mayoría de los más acreditados aficionados, conocedores del Cante y así llamados, «flamencólogos», que no han regateado elogios y comentarios favorables al buen «decir» de este cantaor cordobés, que sólo ha conocido el triunfo después de su sorprendente éxito de 1956. No podemos entrar aquí en excesivos detalles sobre tales comentarios y opiniones, bástenos con relacionar su elogio con las opiniones que sobre su arte han vertido escritores entendidos de la talla de sus paisanos Ricardo Molina o Pablo García Baena, el argentino maestro de la pluma González Climent, el mexicano reivindicador del arte flamenco de los payos Camacho Galindo, su autoritario y autorizado colega cantaor Antonio Mairena y... tantos y tantos más, que harían esta relación interminable.

(continuará)

17/3/07

ANTONIO FERNANDEZ "FOSFORITO" (IV)

-¿Ha pensao alguna vez en el retiro?

-Te diré que yo no sé qué hacer sin cantar y no sé si podría vivir sin cantar. Además, todavía me falta que criar a mis hijos y no tengo los suficientes medios económicos. Pero a pesar de esto te vuelvo a decir que yo no sé qué haría sin cantar, porque soy un esclavo de esto, yo sólo vivo para cantar. A veces los amigos me preguntan que cómo estoy, cómo va mi cante, y yo les respondo que sigo en la brecha. Seguir en la brecha después de tantos años y creo que con dignidad y estando en el sitio es una satisfacción. A lo largo de mis años de cantaor, muchas han sido las veces que los amigos me han dicho: «Antonio, ya salió un fenómeno...». Y luego ha venío el tiempo a colocarlo en su sitio. Y, bueno, a través del tiempo y de tantos fenómenos, yo sigo en mi sitio. Eso me condiciona también a seguir cantando.

-¿Cuál ha sido la mayor satisfacción que te ha producido tu carrera artística?

-Es muy difícil. Ten en cuenta que yo he tenío la suerte, aparte de ese premio que ya es historia -me refiero al famoso Concurso de Córdoba-, soy hijo adoptivo de Córdoba. Córdoba lo hizo con una gran dignidad con motivo de mis bodas de plata del famoso concurso. Córdoba hizo un acto poético donde estuvieron, aunque faltara alguien, los que tenían que estar. Al día siguiente se hizo un festival que era el resultao, por la avalancha de gente, no fue todo lo hermoso que deseábamos todo el mundo, pero ahí queda. Córdoba editó un hermoso libro biográfico y además mi Ayuntamiento me acaba de nombra hijo predilecto. Estas son dos grandes satisfacciones en mi vida.

-¿Existe algo de lo que te arrepientes en tu carrera artística?

-Quizás me hubiera gustao tener más tiempo para hacer mis grabaciones y haber grabao mejor. Hay algunos cantes de los que me arrepiento, pero por haber carecido de tiempo. Creo que es un defecto de perfeccionismo por mi parte, porque normalmente oigo un disco y le encuentro todos los defectos del mundo. Por ejemplo, el último, «De mi tierra de Córdoba», yo lo grabé creo que un 3 de julio y el 4 trabajaba en Ceuta, total una tarde, y cuando quise repetir algún cante porque no me había dejao satisfecho y ya no tenía casi fuerza. Además, tenía que coger un avión y un coche para poder hacer el trayecto hasta Ceuta y cumplir con ese contrato. Esto es así, además las casas, cuando te comprometes con ellos y yo no tengo la suerte de tener un mes de preparación o grabar el disco a peazos o hacer malabarismos con la técnica, te presentas allí y realizas a pelo, y te dicen que «esto es lo que hay».

Cuando te llaman tú no puedes y cuando puedes resulta que tienen ocupado el estudio grabando cincuenta discos de sevillanas, o te llaman en el verano, que es cuando se tiene más trabajo.

-Normalmente, cuando se habla, por ejemplo, de soleares, se suele decir soleá de Triana, de Alcalá o Utrera. ¿No sería mejor decir soleá de Frasco el Colorao, de Joaquín el de la Paula, de Mercedes la Serneta, de Paquirri o de Frijones?

-No en el caso de Triana. Hay muchos cantes de Triana y no sólo se puede mencionar a Frasco el Colorao. Frasco el Colorao es un cantaor que seguramente haría más de un cante, aunque ha personificado un cante por el cual se le distingue. Pero hay un montón de cantes de Triana, ahora mismo se está hablando del cante de los alfareros. Yo tampoco creo que todos los alfareros cantaran un mismo cante como si esto fuera un molde que necesariamente un señor que es alfarero tiene que cantar ese cante o que por obligación cualquier señor que es alfarero de oficio tiene que cantar. Yo no entiendo lo del nombre de alfarero.

Tú lo que me dices está clarísimo. Cuando se habla del cante de Alcalá se habla indistintamente del cante de Alcalá o de Joaquín el de la Paula, y aquí caemos en lo de la gallina o el huevo. ¿Qué sería antes? Probablemente había en Alcalá cantes anteríores a Joaquín y lo que sí es cierto es que Joaquín ha sío un genio recreador y que nos ha dejao unos cantes o que él nos los ha dao a entender y gracias a él tenemos un modelo de cante, aparte de que existían unos cantes en los que se basara Joaquín el de la Paula.

Igualmente, cuando hablamos de los cantes de Enrique el Mellizo; hay un modelo de los cantes de Cádiz y esos cantes tienen otras versiones además de la de El Mellizo. Lo que hay es que respetar una forma o unos esquemas de cantes que son inamovibles; luego hay otros que sí han evolucionado hasta la manera. Quizás en la forma han evolucionao, pero el fondo sigue siendo. Entonces, los cantes de Cádiz tienen más versiones y la que no sabemos es cómo la cantaba Enrique el Mellizo o el de Paquirri, porque éste difiere un poco de Enrique el Mellizo.

Cuando llegamos a Utrera o llegamos a Jerez, pues ya hay que personificar en los cantaores. ¿Por qué? Porque Frijones tiene un cante personal y entonces hay que hacer referencia a su persona para distinguirlo de otro. Y volvemos a la de Enrique, lo más probable es que él a su vez haya oído de alguien y a él lo entendemos como recreador, él ha puesto su sello y a partir de ahí toma el nombre, le da personalidad, lo pone en función y lo conocemos a través de él. Pero el cante está muy por encima de los genios, porque los genios cogen un venerito y lo convierten en un inmenso mar, pero a pesar de eso el Cante continúa.

-Háblanos un poco de la soleá de Córdoba.

-¡Sí! Hay unos señores, por ahora parecen que están un poco callaos, pero hace tiempo, cuando tuvieron en su mano un programita de televisión tan localizao o radicao en Sevilla, yo comprendo que ese programita no tenía mucho presupuesto y se surtían de lo que tenían más a mano. En lo escrito y en lo dicho por esos señores, actuales, que no es que no me merezca crédito, sino que yo sé que no tíene profundidad lo que dicen, así como too el mundo tiende abarrer pa dentro con una vetita que le dan, enseguida ellos empiezan a agrandarla, que es lo propio y que es lo humano, estos señores cordobeses, cada vez que se asomaban al programa y le hablaban de un cante de Córdoba, llámese rosas o alegrías o llámese.soleá, siempre estaban buscándole parentesco foráneo, ¿qué cosa más rara?; estaban tirando piedras contra su propio tejao.

Resulta que ellos no admiten o no querían admitir que el Cante lo mismo que lo hay en Jerez, lo mismo que lo hay en Utrera, con la personalidad de los cantaores del pueblo, lo mismo que lo hay en Alcalá con la personalidad de Joaquín el de la Paula, lo haya en Córdoba, con la personalidad mejor o peor, porque no hablamos de calidades, ya que no sabemos cómo cantaba el Media Oreja, todas las noticias que tenemos es cómo cantaba a través de su hermano, de su sobrino o de sus nietos. No sé si me explico.

¿Por qué no ha podido imprimir a su vez el cantaor primero de Córdoba personalidad al Cante? Porque tampoco creo que fuera Media Oreja, ya que Arturo Reyes, en mil novecientos ochenta y algo, nos habla de Antonio el del Javegote, y nos da pelos y señales de Consuelo, una cantaora cordobesa que su madre tenía un puesto de verduras en Córdoba, que fue cantaora del Novedades y una gran cantaora de soleares, precisamente. ¡Fíjate lo que te cuento! Entonces estamos hablando de cantaores anteriores a Onofre.

Además, hay noticias de la gran tradición de cante en Córdoba, como aquel mil ochocientos no sé cuanto del señor Silverio, que tuvo que cambiarse de local porque a petición del numeroso público estuvo cantando durante once días en la feria de La Salud y el teatro Moratín no tenía -parece ser- capacidad. Y si hay una tradición cantaora hecha, ahí hay algo, hay un sello... Lo hemos dicho antes, si los cantes toman de músicas anteriores pero que los recrean los cantaores que le dan personalidad, ¿por qué vamos a negarle a Córdoba ese sello como lo tienen las demás ciudades cantaoras?

-¿Quiéres decir con esto que las soleares de Onofre son de Onofre y no de Ramón el Ollero como se comenta?

-¡Es que yo quisiera saber cómo cantaba Ramón el Ollero! Eso de que haya un parecido no nos conduce a gran cosa. Yo te puedo buscar un parentesco de La Serneta con los cantes de Cádiz. El hecho de que un cante tenga un cuerpo, «un cuerpo» del cante que tenga una similitud... La soleá es una familia y dentro de la familia hay parecidos. Hay algunos hermanos que no se parecen en nada y hay otros que son como gotas de agua y esto es aplicable al Cante. El hecho de un cante se parezca en un tercio a otro no significa que sea de un mismo cantaor .

-¿Por qué no nos hablas de los cantes gañanes?

-Hay una cosa muy curiosa. José Bedmar «El Seco», el padre, me hablaba de Juan Breva. cuando él lo conoció en Málaga. Tenía una gramola y cuando se arreglaba escuchaba a Chacón eso de «Del convento las campanas...» y se satisfacía. Y yo le escuché a «El Seco» muy de mayor, él podría tener ahora ciento doce años, y me contaba cosas de Diego Bermúdez Cala «El Tenazas», ese mito que en algo se ha aclarado y que fue un cantaor que vivió y murió en mi pueblo; él está enterrao en Puente Genil. En casa de «El Seco» fue donde se hizo la colecta, en su taberna, para costear el viaje a «El Tenazas».

¡Bien! Juan Valera, el escritor egabrense, habla y escribe sobre Joselillo el Seco y dice «Qué bien canta las temporeras...». Ya no hay más noticias de temporeras ni de cantes de trilla hasta que no aparece el libro: De cante grande, de cante chico, de José Carlos de Luna, en el que dice que fue a escuchar a un amigo a Lucena. Qué casualidad, Lucena y Cabra o Cabra y Lucena. Volviendo a «El Seco», éste que era un cantaor que no estaba muy seguro de sus facultades, que era tímido, que a veces había que engañarlo con la cejilla en el traste para que saliera a tono, se fue allá por el 58 a Madrid y se pagó una grabación, esta grabación era de temporeras. La única temporera que se ha grabado perfectamente, y que alguien en Córdoba debe tenerla, la grabó «El Seco».

Luego hay un cante de trilla que ha debido de servir de modelo para todos y que es el de Bernardo el de los Lobitos, que debía de ser bastante fiable porque Bernardo fue un hombre de pueblo y con mucho contacto en esos ambientes.

(FIN DE LA ENTREVISTA)

16/3/07

ANTONIO FERNANDEZ "FOSFORITO" (III)

-¿Tu impresión de Manuel Torre?

-¡Mira! Tenemos que fiarnos de la gente que lo conocieron porque la discografía que existe de él no es fiable, ya que en ella no se encuentran los datos de la grandeza que nos cuentan que él poseía. Pero, sin embargo, ha tenido que ser un genio muy importante cuando después de cincuenta años estamos hablando de él.

-Antonio Chacón.

-Creo que ha sido el genio del siglo. El creador más grande que ha dao este siglo. Te digo esto porque de mis conversaciones con Pastora -tú sabes que yo compartía camerino con Pepe Pinto y Juan Valderrama-, Pepe Pinto compartía el camerino, pero Pastora era mi compañera de cuarto y por tanto charlábamos mucho y cantábamos. Hasta hay un cinta donde yo le toco a Pastora, que por cierto la tiene Ramón de Algeciras, que cantaba Pastora, porque yo la dejaba ronca un día sí y otro no. Y ella, cada vez que surgía la conversación del cante, decía: «Qué bien cantaba don Antonio, qué bien cantaba mi hermano Tomás, qué bien cantaba don Antonio...». y además le seguía llamando don Antonio, porque Chacón era treinta años mayor que Pastora, más o menos.

-Tomás Pavón.

--Es un caso particular. Tomás Pavón tiene su propio sello. Así como Chacón era un genio recreador. Yo le busco a muchos cantes de Chacón parentesco con muchos cantes de otros. Aunque haya alguien que diga, por ejemplo: «La Trini», como dice Núñez de Prado en su libro La Trini,la mejor imitadora de Chacón. «La Trini» era una cantaora que tenía su sello, su personalidad. Sin embargo, en Chacón hay reminiscencias de «La Trini». Y Tomás, que vivió siempre bajo el amparo de su hermana, que la jaleaba con mucho cariño, que le decía: «Tomasito..., vamos allá». Por eso la familia de los Pavones ha sido una familia de grandes cantaores, toos. Y a pesar de ello, Tomás tiene o tenía una personalidad muy propia. Yo creo que el «Reniego...» de Tomás no se va a superar jamás después de cuarenta años, ni de cien años más. El «En el barrio de Triana...» no se va a mejorar jamás. Yo creo que Tomás es un genio irrepetible.

-Pastora.

-A Pastora es aplicable lo de Tomás, porque esa familia ha sío punto y aparte.

-Y un poco más cerca: Juan Talega

-Agustín era un cantaor puro, purísimo. Cortísimo, pero de la máxima pureza, de una familia cantaora emparentada, como sabéis, con Joaquín el de la Paula. El no fue profesional, pero antes hablábamos de cantaores que no han trascendido, pero que han sido base cantaora y en esta circunstancia se encuentra Juan Talega.

-Aurelio Sellés.

-Aurelio era el cantaor de la aristocracia. Era el último de esa dinastía cantaora gaditana. Hay una cosa aquí que habría que distinguir: la pureza de la intención y la posibilidad en la ejecución.

-Otro gaditano: Pericón.

-Toa la gracia y el salero. Pericón era amigo y era el tío de más gracia del mundo. Pasao de compás, conocedor y limitao de facultades, pero sabía lo que traía entre manos.

-Manolo Caracol.

-Ahí hay que hablar otra vez de un genio personal. Era un anárquico, aunque no era tan anárquico. La verdad era que Caracol era un genio que recreaba la música de las mismas músicas. Caracol no era sólo las zambras. Caracol no era «La Salvaora» y «La Niña de Fuego», Caracol era un cantaor que luego se templaba por cualquier cante cantando muy bien y con sonío muy caliente. Además, fíjate si era buen cantaor y tenía afición, que cuando ya no estaba tan pleno de facultades hizo un disco de cantes de Chacón -y eso es una constante en la mente de cualquier gitano o payo: Chacón, siempre presente- y resulta que es el mejor disco de su vida. Es curioso, cuando hace «Del convento las campanas...» y los demás cantes de Chacón sale lo mejor de su discografía. ¡Ahí queda eso!

-Pepe Marchena.

--Ha sío una figura, pongamos durante 50 años. Y hay que tener mucha calidad, contra lo que digan muchos, para mantener el tipo durante tanto tiempo en su parcela. Tenía su parcela muy limitada, y digo su parcela porque ahí está su discografía y se puede escoger claramente entre la paja y el trigo y no quiero decir con esto que en Marchena haya mucha paja. Una cosa es lo que él diga y otra cosa lo que él haga y todo lo que hacía lo tiene grabado, no vamos a descubrir nada nuevo.

Nosotros no vamos a descubrir a Marchena ahora y es cierto que tiene cosas que están muy bien hechas. Lo que pasa es que tenía su parcela, no era tan largo como él pretendía. Los cantes de Málaga, muy bien. Los cantes de Levante, perfectos. Y no es que lo hiciera perfectos porque lo diga yo, ni porque su voz se adaptara -lo de la voz es muy relativo-, porque se puede decir: ¡Oiga usted! , a mí me gusta mucho la voz de Marchena. A mí me gusta mucho la voz de Caracol. A mí me gusta mucho la voz de Valderrama... Pepe Marchena tenía sus adeptos, que muchos eran auténticos aficionados -para ser aficionado no se tiene porqué saber de Flamenco, sino gustarte- que sabían distinguir lo bien que cantaba Marchena, lo que cantaba bien y luego había otro grupo de gente que se tragaban todo lo que les echara Marchena. En su parcela ha sío un cantaor digno, un cantaor importante, que si no hubiera sío así no se hubiera mantenido, y además ha dejao escuela. De él han nacío un montón de gente que ni siquiera se le han aproximao, luego tenía una importancia.

-Antonio Mairena.

-La gran revelación ha sío Mairena. Era un cantaor muy completo. Como te diría... Sin comparar con nadie, porque todos tenemos nuestras limitaciones, Mairena tenía su parcela bonica, amplia, y a Mairena se le deben muchas recreaciones, se le debe el título de muchos cantes que sin él no hubiéramos sabido la procedencia. Hay muchos cantes que nosotros los conocíamos, pero que no sabíamos titularlos, y él, a través de sus amigos mayores -entre ellos Juan Talega, Tomás Torres, Pepe Torres, hermano de Manuel y otros cantaores- han ido colocándole títulos a esos cantes, que no se hubieran perdido porque estaban ahí, pero que él ha sabido ir titulando. Quiero decir que estos grandes genios que pasan, porque el Cante está por encima y los genios mueren y los cantes continúan a través de todas las épocas, Mairena es el genio más inmediato que nos ha dejao una riqueza y unos modos y unos puntos de apoyo muy importantes.

-Entonces, los genios mueren y el Cante no. No crees...

-Yo creo que el Cante sobrevive a los genios, eso es lo que te decía. Hay una cosa, que la forma del cantaor se muere con él. Pero hay una riqueza que queda en el fondo que es la que dejan, es lo que ellos aportan al acervo cultural andaluz y en eso Mairena ha aportado mucho, porque en estos treinta últimos años la huella que ha dejao Mairena es insuperable.

-¿Existe en la actualidad alguien que pueda aportar una recreatividad perdurable o creadora de algún estilo nuevo?

-¡Sí los hay! Antes me habían preguntao sobre las nuevas tendencias. Los pseudo-flamencos, los nuevos modos actuales, la posibilidad de evolución... y sí que evoluciona el Flamenco. Lo que pasa es que ha ido tan dentro del Cante mismo que no se ha notao, pero si se presta una atención acusada sí que se nota. Si tú coges ahora mismo un cante, ese cante bien hecho ahora y ese mismo cante hecho hace 50 años, y no es el mismo; y es el mismo cante, pero en el fondo y en la forma cambia y por tanto algo de evolución se ha producío. No es lo mismo con lo pseudo-flamenco y creo que la equivocación está en la palabra flamenco. Hay una forma emotiva de interpretación que es lo «jondo». Hay unos cantes que se prestan a llamarles «jondos» en relación con otros que por su forma o ritmo son más alegres o ligeros en esa forma y no entran dentro de ese apelativo.

¿Qué es a lo que llamamos grande? ¿ También entran en ese tratamiento? Claro, eso es una cosa distinta. Pero cuando llega un señor basao en lo flamenco -el error está en los que no están iniciados y llaman Flamenco a todo, hacen un globo con todo y le llaman Flamenco a «Una lágrima cayó en la arena...» o al «Porompompero»- y realiza cosas comerciales, el no iniciado se confunde pero siempre le entra mejor como auténtico flamenco el Cante por derecho.

Yo sé los intentos que hay que recrear y te contesto con esto a tu pregunta. Si después de cuarenta años, de cincuenta años, de trescientos años o de quinientos años, aún tenemos algunas o muchas dudas sobre ciertos cantes que son base, que son historia, que son el origen de los cantes, que son la madre de los cantes y que son lo fundamental del Cante, ¿de qué manera se puede hacer ahora un cante con una música nueva y darlo como una creación?

(continuará)

14/3/07

ANTONIO FERNANDEZ "FOSFORITO" (II)

Después, con motivo de una grabación que tenía pendiente con la casa Philips, me trasladé a Madrid. Llegué con tan buen pie que primero empecé haciendo un programa de radio a la semana y por el que me daban ochocientas pesetas. Con esto y con lo de la casa de discos me bastaba para vivir . Posteriormente, me presentaron a Mariemma y debuté con ella en La Zarzuela en un espectáculo mixto que llevaba entre clásico y flamenco. Allí me propuso don Alfonso Camorra que trabajara en el «Corral de la Morería». Luego seguí grabando con Philips, aunque las primeras grabaciones se hicieron muy mal porque grabábamos en el Teatro de la Comedia a las diez de la mañana, con el teatro vacío y cuando no entraba uno, entraba otro. Total, que se hizo en malas condiciones y por eso esas grabaciones no son muy buenas y además era cuando empezaba el microsurco.

Después estuve en Oriente dos años, volví de Alejandría en el año 60, en un barco hasta Marsella, y desde allí llamé por teléfono a Capuletti, que era amigo mío desde hacía bastante tiempo, y me dijo que me fuera a París. Total que me fui un mes a París sin pensarlo y me gasté en el mes todo el dinero que había ganado en Oriente. Después volví a Madrid y monté un espectáculo en el que llevaba a Jarrito, Juan Varea y otros. En otra ocasión tuvo en mi compañía a «El Sevillano» y al «Peluso».

-Antonio, cambiemos un poco el tercio. Ricardo Molina decía que las alegrías de Córdoba no eran tales alegrías, sino cantiñas. ¿Qué opinas de ésto?

-Cantiñas es una forma general de denominar a los cantes. Pero de esto hay mucho que hablar. La palabra cantiña lo abarca todo, pero ¿qué es todo? Los cantes del rincón de Cádiz y todos los cantes que sean... ¿ Que vaya a un determinado modelo de ritmo? ¡No! ¿Por qué? ¡Cuidado!, porque yo he demostrado en mis charlas ilustradas que no tienen ningún parentesco. Los cantes del rincón de Cádiz entre sí se parecen todos. ¡Menos los cantes de Córdoba! Porque son de Córdoba, sencillamente. Lo que te puedo decir es que no tiene ningún parentesco musical con ningún cante del rincón de Cádiz. Cantiñas a todo en general, pero bueno, los caracoles sí se parecen un poco a las alegrías mismas y en las mismas alegrías se hacen cosas por caracoles. Lo que pasa es que cantar en un tono transportao es dificilísimo, así como cantar un cante de caracoles en las alegrías -hablamos ya en los cantes de Cádiz- porque te desgañitas. Entonces, cada estilo está amoldao a cada cante por la tesitura en que se canta. Naturalmente, sacrificando lucimiento, dentro de un mismo tono de alegrías se podrían cantar todas las cantiñas, llamándole cantiñas a todo en general, pero cada una de las existentes con su personalidad definida de caracoles, mirabrás, rosas.

Pero ahí tropezamos con otra: ¿cantiñas? y entonces tenemos que decir que hay otra que tampoco tiene ningún parentesco porque musicalmente no tiene la estructura de ritmo musical que la distingue y hay que ponerle nombre: «del Pinini», que es lo que la distingue. El Pinini recreó esa música que había escuchado a alguien y que desembocó en un cante que no tiene parentesco musical con las alegrías de Cádiz. El era de Utrera y no de Cádiz, y resulta que hace un cante que está en ese modelo de ritmo y de acompañamiento, pero, sin embargo, en la línea difiere y tiene una personalidad diferente y como he dicho, hay que añadir el nombre del que creemos fue recreador de ese cante. Y digo recreador pensando en que alguien fue inspirador de ese cante.

-¿Es posible que el «Pinini» haya basado sus recreaciones en las rosas?

--Puede que sí, porque tiene una cierta similitud musical, aunque no exactamente. Es lo mismo que la Soleá; la base musical de acompañamiento es la misma, pero un cante por soleá es diferente a otro. Pues igualmente la cantiña es diferente una de otra, aunque la base musical de acompañamiento sea la misma.

-Antonio, con independencia de que tengamos un criterio formado al respecto, la pregunta tal vez interese a algunos de nuestros lectores. ¿Es el polo un cante de Málaga?

-Yo no creo en eso. Estébanez Calderón cuenta en su libro, allá por 1841, en «Un baile en Triana», que se cantaron corridos -romances-, se cantaron y se bailaron garrotines, polos y soleás apolás. ¡Ya tenemos un dato! En Triana se ha cantao siempre la soleá apolá. Hay una soleá apolá, o que se aplica a ese cante, que cantaba Rafael Moreno, que era de Jerez, y que en Málaga dicen que ésta es una soleá de Málaga. ¿No te parece raro? ¡Bueno! Lo que pasa es que Rafael Moreno estuvo viviendo en Jerez, que vivió en Málaga y hacía un cante de Jerez. No era malagueño, era de Jerez y por tanto cantaba como en Jerez. Entonces tenemos un dato dejando al margen el empleo de Rafael Moreno. Estébanez dice que se cantaron polos, fíjate bien en el plural: polos, soléas, corridos y garrotines... y no recuerdo más, pero hace referencia a los polos. Lo mismo que en la soleá, porque el polo es una soleá, que va en soleá, que se hagan distintos polos y que no tiene nada de extraño que el mítico Tobalo, que creo que se llamaba Cristóbal Polo -apellido éste que se conoce algo- cantara un polo. Creo que la letra exacta donde se menciona a Tobalo con lo de «viva el polo de Tobalo», esto sólo lo dice Almadén, la letra exacta como te digo, dice: «viva el polo sevillano»; esto no quiere decir que Tobalo no cantara un polo y que alguien dijera: «viva el polo de Tobalo».

(continuará)

13/3/07

ANTONIO FERNANDEZ "FOSFORITO" (I)

"Ellos, los protagonistas dicen"

(publicado en CANDIL nº 50, marzo-abril 1987)

Rafael Valera



-Antonio, tu familia tuvo una larga tradición cantaora; creo que lo de Fosforito proviene de tu padre, ¿no es cierto?

-En un principio yo era Antonio de Puente Genil y así aparezco en un cartel en el año 47 en Ronda. Antes de ponerme ese nombre a mí me conocían como el hijo de Fosforito; un trotamundos que iba cantando de feria en feria de ganao y por las tabernas poniendo la gorra; cantaba fandangos y verdiales. Lo mismo que yo había otra serie de gente y nos juntábamos en Collera; yo iba de compañero de Carlos el de Saucejo y de Rosafina de Casares, que si vive tendrá ya cien años, porque en aquella época ya era mayor. Luego había otros que no han trascendido. En aquellos tiempos rara vez nos acompañábamos con guitarra. Casi siempre era haciendo compás con los nudillos, y ocurría una cosa, que todo lo marcábamos en compás de soleá. Con estas andanzas y esta forma de vida se cimentaron mis conocimientos y mi sentido del compás se acentuó.

-Entonces eras apenas un niño. ¿Después?

-Cuando fui mayorcito tuve la suerte de conocer a un guitarrista en Antequera que era barbero, porque antiguamente casi todos los barberos tocaban la guitarra. Entonces hicimos en Collera una gran amistad y nos íbamos por ahí a enrolarnos en cualquier troupe, que unas veces nos pagaban y otras no. Recuerdo que a veces no teníamos ni para pagar la fonda y teníamos que dormir en los portales de las casas que entonces los dejaban abiertos. Pero donde quiera que hubiera una casa de niñas valientes, allí entrábamos nosotros y por lo menos el plato de comida lo teníamos seguro; luego siempre había alguien que nos llamaba para cantar. Otras veces hablábamos con el empresario de los cines de verano y le hacíamos la propuesta de cantar después de la película y muchas veces aceptaba subiendo la entrada una perra gorda y a nosotros nos daban dos o tres pesetas.

Ya en el año 47, teniendo 15 años, me salí de mi casa para hacer la ruta de la serranía cantando hasta Ronda. Allí estuve un año porque encontré a un empresario que hacía bolos y me contrató. Por aquella época yo iba con el Gitano de Bronce y aún conservo un cartel de ese año donde aparezco como he dicho antes, como Antonio de Puente Genil.

-¿Y de los cantaores de tu tierra...?

-Mi pueblo ha tenido siempre una gran tradición cantaora y siempre he estado con la oreja puesta en todos los viejos que cantaban. Recuerdo que escuché a «El Seco», a «Malos Pelos», a «Pinturas», por cierto que este último hacía la malagueña de «El canario» perfectamente. Por tanto, se puede decir que Puente Genil ha dado un manojo de cantaores, aunque profesionalmente pocos, salvo Juan Hierro, que grabó y cantó con Vallejo, y Cepero, que hay que tener presentes. En el año 48 me fuí a Málaga, donde conocí a un sinfín de cantaores. Entonces empecé a subir a las ventas a través de la amistad que hice con un guitarrista que le llamaban el «Niño de Almería», porque a mí en Málaga no me conocía nadie, pero poco a poco fui cogiendo sitio en los ambientes flamencos. Desde luegó mis principios en Málaga también fueron durísimos.

Luego después, en Cádiz, durante el servicio militar. recuerdo que me hice cabo por tener más tiempo para relacionarme con los flamencos, aunque por aquel tiempo ya conocía a Antonio el Herrero, a «El Peste», a «Rociana», en fin, a muchos. Entonces resulta que me operaron del estómago y a los tres días de operao me licenciaron, diciéndome que me tenía que marchar, puesto que ya no era militar; por lo tanto, me salí del hospital con los puntos y la herida fresca, teniendo que ir a curarme donde pillaba. Yo he padecido del estómago desde pequeño, consecuencia de mi mala vida, porque donde iba a cantar, el señorito no preguntaba lo que queríamos tomar, sino que tomábamos de lo que él estuviera tomando, coñac, anís, vino, lo que fuera, y claro así enfermé del estómago. Estando recién operado tuve que ir a buscar la vida a un cabaret que se llamaba el Pay-Pay, y estando cantando por siguiriyas me sentí que la herida se me abrió y empecé a sangrar. Entonces me llevaron a curarme y ocurrió que pillé una anemia muy grande, no podía cantar, me quedé mudo, estuve un año mudo. Me fui a mi pueblo y ocurrió una cosa muy bonita, ahí le echaron cojones, porque resulta que había un gran aficionao, Rafaelito Valentín, y un alcalde que aunque era falangista era una persona extraordinaria, y en un pleno del Ayuntamiento acordaron que si yo no podía ser cantaor al menos fuera tocaor, porque el artista que había en mí no se podía perder. Entonces el Ayuntamiento me compró una guitarra y comprometió aun guitarrista viejo para que me diera clase. Poco a poco fui recuperándome, intentando también hacer algunos cantecitos.

Y ocurrió que al cabo del tiempo me fui encontrando bien, no con la voz y la limpieza que tenía antes, y me presenté al Concurso Nacional de Arte Flamenco de Córdoba que se convocó por aquella época. Tenía la ilusión de ganar algún premio porque me hacía mucha falta, ya que estaba en una situación desesperante y tuve la fortuna de alzarme con los cuatro primeros premios. Hice dieciocho cantes.

A mí siempre me ha ocurrido que he sido una persona muy inquieta. Monté un espectáculo con los ganadores de los segundos premios que se llamaba «Festival de Cante Grande». Luego este espectáculo me fue mal y cuando terminó me quedé a vivir en Sevilla. Me fui a vivir en casa de la madre de las hermanas Cruz, que eran primas hermanas de Antonio Mairena. Trabajé en varios sitios, principalmente en «Los Majarones», ahí fue donde conocí a Juan Mojama, a «La Moreno», que llegaba de madrugá sobre las seis de la mañana; al «Perrate» que ha cantao divinamente, a Vallejo, aunque ya lo conocía de antes. Recuerdo que me decía: ¡Antoñito, vamos a tomar un cafelito! A pesar de toda esa leyenda que hay en torno a Vallejo, para mí era una persona muy simpática y generosa. El y yo charlábamos mucho en el «Maravillas», en la Alameda.

Con otro cantaor que también tuve mucha amistad, porque era la mejor persona que yo he conocío, fue Pepe «El Pinto». Pepe era una santo y también muy generoso. A mí me quitó mucha hambre y además era una persona que te daba mucho calor , mucha confianza.

También estuve cantando en «El Guajiro» y allí hice mucha amistad con Manolo de Huelva, pues le caía muy bien, hasta tal punto que nos juntábamos en su casa y se ponía a tocar ya cantarme, porque a él lo que más le gustaba era cantar. A mí me corregía muchas cosas.

(continuará)

12/3/07

ANTONIO FERNANDEZ "FOSFORITO" (Introducción)



El número 50 de CANDIL, correspondiente a marzo/abril de 1.987, fué un monográfico dedicado al cantaor Antonio Frenández "Fosforito".

Con profusión de colaboraciones realizadas por tratadistas, flamencólogos, compañeros y otros artistas relacionados con el maestro de Puente Genil, ofrece documentación de gran calado para centrar la obra del cordobés, su vida y su tiempo... aquí quedará testimonio de cuanto me ha parecido de mayor interés, siempre abierto al vuestro (Agustín Gómez, Manuel Yerga, Luis de Córdoba, Paco Vallecillo, Pérez Bustamante, Manuel Martín Martín, José Núñez de Castro, Luis Caballero, Manuel Ríos Vargas, Pablo Mena, Rafael Valera, Manuel Cano, Juan Calderón Rengel, Juan Luis Buendía y algunos escritos propios del maestro, conforman entre otros, la nómina de tan jugoso monográfico)

5/3/07

CALIXTO SANCHEZ (y II)



-¿Cómo ves tú el flamenco, actualmente, y sobre todo, háblanos de tu parecer sobre las nuevas experiencias que en él se están realizando?

-Esto es tremendamente complicao. Si nos detenemos solamente a mirar hacia atrás, a lo que ya está hecho, podemos profundizar y darnos cuenta que hace cuarenta o cincuenta años, no existían unos estilos de cantes que existen hoy. Por ejemplo, la bambera. Este es un cante que creó Pastora prácticamente y que hoy se admite, no como de los más clásicos, pero sí que se realiza con cierta asiduidad. Luego hay unos estilos que tienen cosas de por ahí arriba como pueden ser las farrucas. Te quiero decir con esto, que hace cuarenta o cincuenta años, no sé que edad tienen estos cantes, se incorporaron al flamenco. Que quizás en aquella época se criticaban como se critican ahora esas experiencias a las que tú aludías.

Por otro «1ao», si nos atenemos a la historia del flamenco, todos sabemos que la guitarra fue un instrumento que se acopló posteriormente al nacimiento del flamenco. Por tanto, desde mi punto de vista, primero fue el cante, luego se incorporó la guitarra y posteriormente se hicieron una serie de cantes que ahora figuran como estilos definidos dentro de nuestro arte, que quizás fuesen en un principio ajenos al cante flamenco. Esto es para mí la que ha sucedido hasta ahora.

¿Qué está pasando en la actualidad? Pues está pasando que se están incorporando muchísimas cosas al flamenco. Muchas de ellas malísimas, que no son flamencas, ni tienen nada que ver con el flamenco, pues pienso que no tienen categoría, que no tienen altura musical. Porque las cosas en el flamenco se hacen a base de tiempo y a base de que muchos cantaores los vayan tocando y torneándolos hasta que en un momento determinao nos encontramos con un cante hecho. Dentro de estas cosas, y es ahí donde yo veo el mal, existen las que no hacen los cantaores, sino que son compositores y que hacen letras que luego son interpretadas. Por tanto, se puede decir que tenemos un flamenco tradicional, un flamenco con mayúscula, y otro flamenco de espectáculo, o por decirlo de otra manera «flamenquillo».

Y con respecto a los instrumentos, yo todavía no he escuchao, a pesar de los intentos que se han hecho incluso con orquesta, algo de calidad. Para mí, esos intentos son un rotundo fracaso. No sé si mañana saldrá algún genio, como el que tuvo que ser el que incorporó la guitarra al cante, que le acople algún instrumento al cante, que al igual que la guitarra, lo engrandezca. Pienso que todo la que le dé categoría y no desvirtúe el flamenco, bienvenido sea.

-¿Qué opinas de la polémica cante gitano, cante payo?

-Lo que es indiscutible es que hay, dentro del flamenco, payos y gitanos. Y en la historia del flamenco ha habido payos que han cantao muy bien y gitanos que también han cantao muy bien. y como el libro de los gustos está en blanco, hay aficionaos que les gusta más la raza gitana cantando y a otros, los cantaores que no sean gitanos.

Hay aficionaos que son «caracoleros» y no les hables de más nadie; como también los hay que son de Marchena y lo mismo. Lo que quiero decir, es que dentro del cante, este tiene tanta variedad de sonidos que se pueden encontrar todos. Desde la voz fina de Vallejo, hasta la voz ronca y rota de Juan Talega. Ahí caben todos los tipos de sonidos que hayan en las voces humanas y, desde luego, el aficionao puede elegir la que más le guste.

Yo pienso que, indiscutiblemente, cada uno canta de una manera y creo que los aficionaos pueden diferenciar perfectamente cuando escuchan a un payo o a un gitano pero, solamente, en sonido. La calidad del artista es otra cosa. Es cierto que hay gitanos que suenan muy bien en determinados cantes, como también hay payos que lo hacen igualmente en determinados cantes ¿Qué quien canta mejor? Desde mi punto de vista, los dos pueden hacer, y esto se ha demostrado, flamenco de gran altura. Quien tiene que elegir es la afición y de hecho lo hace, así, a unos les gusta más Camarón y a otros Diego Clavel, y ahí no podemos entrar. Y ahí tenemos a Pastora y por otro lado a Vallejo. También tenemos a Chacón ya Manuel Torre.

-En estos últimos tiempos, hay instituciones que se están preocupando por el arte flamenco ¿ Cómo ves tú este interés por nuestro arte?

-Tengo que decir que el flamenco es de minorías. Si pasamos Despeñaperros hacia arriba, se puede decir que
el flamenco, prácticamente no existe. Se llevó a Madrid, estuvo en los tablaos flamencos y cuando pasó la euforia, el flamenco en Madrid se ha muerto y la mayoría de los cantaores se han vuelto. Entonces el flamenco es de minorías, pero es de minorías aún dentro de la propia Andalucía. Si se hiciera una estadística sobre cuántos existen a los que les gusta el flamenco y además, cuantos entienden un poquito de flamenco, nos daríamos cuenta de lo que yo digo, que el flamenco es de minorías.

Hoy día se está enfocando como un espectáculo y afortunadamente se está demostrando que es un espectáculo que va teniendo fuerza. Pero el día que el flamenco pierda esa fuerza, porque indiscutiblemente los espectáculos se queman, no sé lo que va a pasar con el flamenco.

Yo pienso que las únicas que pueden hacer una labor grande por el flamenco, son las peñas flamencas. Y a esas peñas, pienso yo, sería a las que tendría que coordinar la Junta de Andalucía y una serie de personas entendidas en la materia -sin tratar de figurar, que de figurones ya estamos hartos- tratando de unificar los criterios de las peñas y favorecer las actuaciones de los cantaores en las mismas, supuesto que llegue el día en que los festivales se vengan abajo. Esa sería una gran labor para mantener el flamenco en candelero.

Otra labor consistiría en organizar por parte de las peñas y con el apoyo del Ministerio de Cultura, la Junta de Andalucía, Ayuntamientos, etc., concursos, tener tocaores que enseñen a los aficionaos, que se difunda el flamenco... Eso creo yo que sería muy positivo.

Por otra parte, también la Universidad tendría un buen papel en esta labor, organizando aulas de cultura flamenca, coloquios, conferencias, recitales, etc., para que los que estudian en estas universidades conozcan en profundidad lo que es el arte flamenco.