13/3/07

ANTONIO FERNANDEZ "FOSFORITO" (I)

"Ellos, los protagonistas dicen"

(publicado en CANDIL nº 50, marzo-abril 1987)

Rafael Valera



-Antonio, tu familia tuvo una larga tradición cantaora; creo que lo de Fosforito proviene de tu padre, ¿no es cierto?

-En un principio yo era Antonio de Puente Genil y así aparezco en un cartel en el año 47 en Ronda. Antes de ponerme ese nombre a mí me conocían como el hijo de Fosforito; un trotamundos que iba cantando de feria en feria de ganao y por las tabernas poniendo la gorra; cantaba fandangos y verdiales. Lo mismo que yo había otra serie de gente y nos juntábamos en Collera; yo iba de compañero de Carlos el de Saucejo y de Rosafina de Casares, que si vive tendrá ya cien años, porque en aquella época ya era mayor. Luego había otros que no han trascendido. En aquellos tiempos rara vez nos acompañábamos con guitarra. Casi siempre era haciendo compás con los nudillos, y ocurría una cosa, que todo lo marcábamos en compás de soleá. Con estas andanzas y esta forma de vida se cimentaron mis conocimientos y mi sentido del compás se acentuó.

-Entonces eras apenas un niño. ¿Después?

-Cuando fui mayorcito tuve la suerte de conocer a un guitarrista en Antequera que era barbero, porque antiguamente casi todos los barberos tocaban la guitarra. Entonces hicimos en Collera una gran amistad y nos íbamos por ahí a enrolarnos en cualquier troupe, que unas veces nos pagaban y otras no. Recuerdo que a veces no teníamos ni para pagar la fonda y teníamos que dormir en los portales de las casas que entonces los dejaban abiertos. Pero donde quiera que hubiera una casa de niñas valientes, allí entrábamos nosotros y por lo menos el plato de comida lo teníamos seguro; luego siempre había alguien que nos llamaba para cantar. Otras veces hablábamos con el empresario de los cines de verano y le hacíamos la propuesta de cantar después de la película y muchas veces aceptaba subiendo la entrada una perra gorda y a nosotros nos daban dos o tres pesetas.

Ya en el año 47, teniendo 15 años, me salí de mi casa para hacer la ruta de la serranía cantando hasta Ronda. Allí estuve un año porque encontré a un empresario que hacía bolos y me contrató. Por aquella época yo iba con el Gitano de Bronce y aún conservo un cartel de ese año donde aparezco como he dicho antes, como Antonio de Puente Genil.

-¿Y de los cantaores de tu tierra...?

-Mi pueblo ha tenido siempre una gran tradición cantaora y siempre he estado con la oreja puesta en todos los viejos que cantaban. Recuerdo que escuché a «El Seco», a «Malos Pelos», a «Pinturas», por cierto que este último hacía la malagueña de «El canario» perfectamente. Por tanto, se puede decir que Puente Genil ha dado un manojo de cantaores, aunque profesionalmente pocos, salvo Juan Hierro, que grabó y cantó con Vallejo, y Cepero, que hay que tener presentes. En el año 48 me fuí a Málaga, donde conocí a un sinfín de cantaores. Entonces empecé a subir a las ventas a través de la amistad que hice con un guitarrista que le llamaban el «Niño de Almería», porque a mí en Málaga no me conocía nadie, pero poco a poco fui cogiendo sitio en los ambientes flamencos. Desde luegó mis principios en Málaga también fueron durísimos.

Luego después, en Cádiz, durante el servicio militar. recuerdo que me hice cabo por tener más tiempo para relacionarme con los flamencos, aunque por aquel tiempo ya conocía a Antonio el Herrero, a «El Peste», a «Rociana», en fin, a muchos. Entonces resulta que me operaron del estómago y a los tres días de operao me licenciaron, diciéndome que me tenía que marchar, puesto que ya no era militar; por lo tanto, me salí del hospital con los puntos y la herida fresca, teniendo que ir a curarme donde pillaba. Yo he padecido del estómago desde pequeño, consecuencia de mi mala vida, porque donde iba a cantar, el señorito no preguntaba lo que queríamos tomar, sino que tomábamos de lo que él estuviera tomando, coñac, anís, vino, lo que fuera, y claro así enfermé del estómago. Estando recién operado tuve que ir a buscar la vida a un cabaret que se llamaba el Pay-Pay, y estando cantando por siguiriyas me sentí que la herida se me abrió y empecé a sangrar. Entonces me llevaron a curarme y ocurrió que pillé una anemia muy grande, no podía cantar, me quedé mudo, estuve un año mudo. Me fui a mi pueblo y ocurrió una cosa muy bonita, ahí le echaron cojones, porque resulta que había un gran aficionao, Rafaelito Valentín, y un alcalde que aunque era falangista era una persona extraordinaria, y en un pleno del Ayuntamiento acordaron que si yo no podía ser cantaor al menos fuera tocaor, porque el artista que había en mí no se podía perder. Entonces el Ayuntamiento me compró una guitarra y comprometió aun guitarrista viejo para que me diera clase. Poco a poco fui recuperándome, intentando también hacer algunos cantecitos.

Y ocurrió que al cabo del tiempo me fui encontrando bien, no con la voz y la limpieza que tenía antes, y me presenté al Concurso Nacional de Arte Flamenco de Córdoba que se convocó por aquella época. Tenía la ilusión de ganar algún premio porque me hacía mucha falta, ya que estaba en una situación desesperante y tuve la fortuna de alzarme con los cuatro primeros premios. Hice dieciocho cantes.

A mí siempre me ha ocurrido que he sido una persona muy inquieta. Monté un espectáculo con los ganadores de los segundos premios que se llamaba «Festival de Cante Grande». Luego este espectáculo me fue mal y cuando terminó me quedé a vivir en Sevilla. Me fui a vivir en casa de la madre de las hermanas Cruz, que eran primas hermanas de Antonio Mairena. Trabajé en varios sitios, principalmente en «Los Majarones», ahí fue donde conocí a Juan Mojama, a «La Moreno», que llegaba de madrugá sobre las seis de la mañana; al «Perrate» que ha cantao divinamente, a Vallejo, aunque ya lo conocía de antes. Recuerdo que me decía: ¡Antoñito, vamos a tomar un cafelito! A pesar de toda esa leyenda que hay en torno a Vallejo, para mí era una persona muy simpática y generosa. El y yo charlábamos mucho en el «Maravillas», en la Alameda.

Con otro cantaor que también tuve mucha amistad, porque era la mejor persona que yo he conocío, fue Pepe «El Pinto». Pepe era una santo y también muy generoso. A mí me quitó mucha hambre y además era una persona que te daba mucho calor , mucha confianza.

También estuve cantando en «El Guajiro» y allí hice mucha amistad con Manolo de Huelva, pues le caía muy bien, hasta tal punto que nos juntábamos en su casa y se ponía a tocar ya cantarme, porque a él lo que más le gustaba era cantar. A mí me corregía muchas cosas.

(continuará)

No hay comentarios: