24/6/07

REFLEXIONES ANTE LA REVOLUCION MAIRENISTA (y 6)

Manuel Martín Martín

También la frescura insospechada del Maestro de los Alcores pone en circulación el cante por Romances, cuando en 1962 cantó en Córdoba el Romance de Bernardo del Carpio. A partir de ahí llegaría a grabar seis Romances o Corridos gitanos y recuérdese cómo cantó en público el Romance del Conde Arnaldos en las jornadas desarrolladas dentro del Curso de Música Tradicional y Romancística Española de Segovia. Esta modalidad de cantes es pues, otro producto surgido del genio creador de Antonio Mairena, y anteríor a las grabaciones «a palo seco» de El Negro del Puerto o Agujetas el Viejo. Posteriormente, y basamentado en la misma estructura musical, ya que ambos se cantaban como preludio de la Alboreá, nos ofertó el cante por Gilianas (1969 y 1973), donde la diferencia estriba en que las letras hacen alusión al rito de la boda gitana.

Sin pretender agotar este somero análisis que todos ustedes conocen, o que debieran intentar conocer, y que hoy me permito la licencia de evocar en algunos de sus hechos más notables, el mairenismo, además, nos define por primera vez las Cantiñas propiamente dichas y desgrana con escrupulosa fidelidad los estilos de «Popá Pinini» y Rosario la del Colorao; muestra una genialidad consumada en las Romeras de «El calor de mis recuerdos» (la razón última de su vida), rescata la Malagueña atribuida a Manuel Torre (bajo mi punto de vista es una Granaína) y redimensiona la Malagueña del Mellizo (vía Enrique el Morsilla), los Tangos malagueños, los de Frijones, los Tanguillos de Cádiz, los Tangos de Pareja y los llamados Tangos canasteros de Rafael el Tuerto. Antonio Mairena recuperó los Tangos bailables de la Casa de la Aguasanta y la Casa de Rubio Cagalo de la flamenquísima calle San Juan de Triana, y ha sido continuador y maestro supremo de los Tientos y Tangos que brotaron del incalculable sustratum de Triana, Jerez y Los Puertos así como de la escuela del Torre y la Casa de los Pavones.

Para concluir, reseñemos que Antonio Mairena -artista andaluz y cantaor gitano andaluz- proclamó sin rebozos la cuantía de su deuda para con el mundo gitano abriendo en surcos su garganta y clamando al cielo de lo jondo con los Martinetes (Triana y Jerez) más sobrios de nuestro tiempo; perfumó con semillería propia los quiebros buleareros de la utrerana calle Nueva, de Antonia Pozo, Fernanda la Vieja y Pastora la de los Peines, las Bulerías por Soleá del Gloria, Frijones y La Moreno, los ayes sustanciales de Juan Carmelo, los alfilerazos festeros de Irene Cruz (me contaba el Maestro que de haber sido profesional hubiese rivalizado con Pastora Pavón), los ayes articulados de la Caña del Pillo, el Taranto, la Cartagenera (con reminiscencias de la Rubia de las Perlas y El Torre) y los fandangos del Majareta o El Almendro, así como el desplante lúdico de Diego el de la Gloria, amén de haber sido durante treinta años el mejor saetero de toda una época o de haber escrito con letras de oro los mejores capítulos de la historia del cante «atrás».

Tras este enciclopedismo no exento de jondura resplandeciente en cuanto a «palos», abordaba, sin atribuirse la paternidad de cuanto creó y sin olvidar que gracias a su aportación a los festivales se experimentó un rápido crecimiento de la afición y el despertar de los cantes básicos (a excepción del Fandango), el de Mairena del Alcor, caso insólito en la historia del Flamenco, mostró el mejor símbolo de Andalucía consagrando toda su vida al Cante para dignificarlo e hipotecó su vida y su corazón para magnificar y dulcificar los abruptos sones del más rancio Cante Gitano, elevando la expresión sonora y las duquelas de un pueblo a la categoría de Bella Arte.

Decía el gran tratadista pontanés Ricardo Molina, que no conocía a nadie que fuera en su especialidad lo que Antonio Mairena en el Arte Flamenco. Yo, para terminar, consumo una última reflexión: personalmente pienso que debemos estar orgullosos, honrados y agradecidos por la existencia de Antonio Mairena, por cuanto su obra da cobijo a las más ricas esencias de cuantas culturas conforman Andalucía. El fue el predestinado para dar a los aficionados, críticos y cantaores, su primer parvulario flamenco, y gracias a su labor los artistas son respetados y remunerados en su justo término. Hemos, en definitiva, de congratularnos de que sea el marienismo la asignatura pendiente de cuantos quieran desentrañar los vericuetos caminos de este Arte, porque la revolución mairenista trae consigo el más preciado haz de luz que ha clarificado y ordenado esta confusa nebulosa.

Por fortuna, y pese a los detractores, todo lo que huele a Cante está hoy impregnado del mejor perfume mairenista, ya que el maestro dio la clave de toda la gitanería subsiguiente al mairenismo. Por eso, hoy, todos los cantaores pueden asumir la condición de herederos legítimos de un gitano universal y andaluz, cien por cien, Antonio Mairena, que entrelazó y enhebró con hilos de plata todas las voces de su pueblo y que bien pudo parangonar con León Felipe los versos del poeta.

Yo no soy más que una voz,
la tuya, la de todos,
la más genuina,
la general,
la más aborigen ahora,
la más antigua de esta tierra. ..

19/6/07

REFLEXIONES ANTE LA REVOLUCION MAIRENISTA (5)

Manuel Martín Martín

En cualquier caso, ello me obliga a registrar una serie de cantes, no por curiosidad anecdótica, sino por escrúpulos de veracidad informativa. De ahí que no me resista a invitarles a hacer juntos un sucinto pero gratificante recorrido por los espaciosos senderos jondos donde permanece la huella revolucionaria, creadora y restauradora de un hombre que, con extraordinaria fidelidad, transcribió su gitanería desbordante. Un hombre que hasta cuando hablaba parecía que estaba cantando, y que, como antorcha misteriosa de las oscuras raíces del Cante, la emoción de su obra nos debe resultar mágica y conmovedora por cuanto supera y sublima a la propia realidad. y los privilegiados que pudieron saborear y paladear el cante intimista del Maestro saben muy bien lo que estoy diciendo.

En lo que al cante por Tonás se refiere, recordemos su actuación en la cordobesa Plaza de la Corredera -cuando en 1962 se le otorgó la Tercera Llave del Cante y Primera de Oro- con la Toná Grande que por primera vez se cantaba en público. Asimismo, engrandeció con exquisito dramatismo la Toná Chica, nos dio a conocer la Toná de Perico Frascola, y su queja improvisada acicaló de jondura a las Tonás del Cerrojo y de los Pajaritos, cuya música decía el Maestro haber extraído de una vieja Soleá bailable (¡cuánta humildad!), aunque yo la considero una auténtica creación, ya que es el único caso en que Antonio declaró a sus íntimos que era una creación propia.

Gracias al mairenismo, la profundidad patética del cante por Siguiriyas se ha visto incrementada con los cantes de Frasco el Colorao, Juanelo de Jerez, Diego Antúnez, Juan Junquera, El Loco Mateo, los cantes del Nitri (con un tercer tercio de claro sabor gaditano), las Siguiriyas del Planeta y El Fillo, la cabalística melopea surgida de la trianera Casa de los Aparejeros, los ayes iniciales del cante de Triana, la ligazón y la gravedad tonal de los cantes del señor Manuel Cagancho, la desconocida Siguiriya de Frijones, el desarrollo que impuso a los cantes de Manuel Torre, Joaquín la Cherna, Viejo la Isla, Curro Durse y El Mellizo, la grandiosidad que imprimió al cante del señor Manuel Molina, las dos Siguiriyas de Paco la Luz, los quiebros dolientes de Tío José de Paula, los diversos ayes perfectamente matizados y desarrollados de los cantes de Diego el Marrurro, la máxima plenitud conseguida en los cantes de Francisco la Perla, Ciego de la Peña, Perico Frascola, y las cabales de Silverio y Frasco el. Colorao, así como los sones sibilinos que confió a los viejos cantes anónimos de Triana, entre ellos los de la Casa de los Pirolos.

Y si por Siguiriyas fue el cantaor más largo de la historia, no digamos del cante por Soleá. A través de su tía materna Pilar, nuera de La Guaracha, nos dio a conocer algunos cantes desconocidos de Triana. Supo mantener el inconfundible sabor alcalareño de las Soleares de Joaquín el de la Paula (así me lo confesaba su hija Hiniesta), cuando ni Manuel, ni Tomás, ni tan siquiera Pastora pudieron lograrlo. Recreó repetidamente los cantes de Frijones, perfeccionó «por arriba» las tres Soleares de Juaniquín, fue el primero que ejecutó «a compás» los cantes del Zurraque, recopiló las Soleares de La Serneta y El Mellizo, rescató el cante de La Gilica y de Juanillero de Marchena, el de La Roezna, el del Tío Noriega, Pinié el Zapatero y El Fillo; imprimió jondura a los cantes de Paquirri el Guanté y Tío Benito el de Pinini, y grandeza a los de La Andonda y José Illanda; recuperó una amplia gama de Soleares bailables, el cante de Teresita Mazantini, el de La Geroma y el cante de Charamusco, que alguien ha querido atribuir, no sé si por ignorancia o por malicia intencionada, a Enrique Morente.

Salvando las distancias, la historia de esta indebida apropiación es bien sencilla: el cante de Charamusco es un elemento más de la revolución mairenista que el Maestro grabó (grabación doméstica) hace varios años en una cassette con la guitarra de Juan Antonio Muñoz Pacheco y en su casa de Vallecas. Una reproducción de esta cinta, que yo conservo, fue a manos de Lucas López y otra a Paco Vallecillo. Según mis indagaciones, ratificadas por Paco Vallecillo, fue precisamente Juan Antonio Muñoz Pacheco quien regaló una copia a Enrique Morente y éste la llevó a la impresión discográfica. Así se lo reconoció a Angel Alvarez Caballero (dicho por éste en el XIV Congreso Nacional de Actividades Flamencas de L 'Hospitalet). Pienso que de esta forma damos al cantaor granadino lo que es del granadino y al Maestro lo que en justicia le corresponde.

Continuando con la aportación incontaminada y vitalista del mairenismo -sin pasar por alto que gracias al Maestro podemos conservar las voces en la discografía de Juan Talega, Pepita Caballero, Tomás Torre, Rosalía de Triana, Pepe Torre, La Perla de Triana y un largo etcétera-, también con recios hilos de puro llanto nos brindó los nostálgicos y trianeros matices de la Toná y Liviana por mor de un cante por Siguiriyas que le hiciera Juan Talega, o la Liviana chica, la doble y el cambio siguiriyero de María Borrico (desempolvada a través de la Liviana simple del Pirri de Chiclana), dotando a la Liviana de una personalidad y entidad propia que antes no tenía y que a partir de entonces pierde su olor campero y puede ser cantada sola sin servir de introducción al cante por Serranas.

(continuará)

17/6/07

REFLEXIONES ANTE LA REVOLUCION MAIRENISTA (4)

Manuel Martín Martín

Ahora bien, ¿cómo nace el mairenismo? De entrada, admítase como una reacción frente a los gustos imperantes de la fecha, para huir de los fabricantes de gorgoritos amanerados, para escapar, pues, a los grilletes de una liviana y barroquizante flamenquería que no dejó de ser «entretenida», insípida y simplista. Pero si singularizamos que la expresión mairenista supone la proyección sonora de un estado de conciencia, independientemente de que el problema étnico resulte su complemento, su inexcusable soporte, veremos que la génesis resulta más compleja. De ahí que crea que el mairenismo ha nacido por una accidental confluencia de circunstancias en las que sobresale, obviamente, la figura de Antonio Mairena, el pensador más dotado del cante gitano-andaluz, un científico muy capaz y un descubridor y creador de aires y matices sin cuya investigación aún estaríamos en el paleolítico del Flamenco. A estas condiciones innatas habría que añadir sus vivencias familiares en estrecha comunión con la casa de Juan Carmelo, y entre las más estrictas y puras leyes gitanas; una conciencia clara de qué es lo que quería y hasta dónde quería elevar este Arte; el eje Joaquín el de la Paula, Manuel Torre y Juan Talega, uno de los ejes centrales sobre los que se articula el mairenismo; la apabulIante influencia de la casa de los Pavones, y, por último, un persuasivo sentido de la responsabilidad que, como acertadamente señala Angel Caballero, va unido a su íntima convicción de que cumple una misión poco menos que sagrada: la de restaurar el cante gitano-andaluz en toda su pureza original.

Esta pureza interpretativa nos lleva a un arte razonado, desposeído de la sobriedad primitiva (aspereza que borró parcialmente de su obra discográfica pero que nunca borró de su conciencia), a una cadena de pensamiento flamenco que se propaga como un impulso revolucionario y completo en la flamenquería contemporánea, cuyas consecuencias percibimos y que, como barrera que marca el principio del fin, va a sobrepasar con creces el año 2000.

Sin embago, encontramos otro componente que también debemos subrayar. Su legado cantaor no le bastaba, y, para cubrir sus necesidades como el más brillante rastreador y como la persona de mayor cultura flamenca, nos ofertó sus escritos que podrán ser discutibles o no, pero que reflejan la preocupación, el interés y su extraordinaria capacidad para afrontar el hecho flamenco. De ahí que el Maestro no sólo cantó y contó su obra, sino que además la dejó explicada para que los iletrados, flamencamente hablando, pudieran diferenciar lo culto de lo popular y folklórico.

A pesar de estas reflexiones, y a pesar de que Antonio Mairena ha sido el cantaor más grande de la historia -ésto no sólo lo digo yo, sino que personas más solventes, tal es el caso de Fosforito, también se han pronunciado en este sentido-, el hecho de que el Maestro no consiguiera en vida la estima y el reconocimiento de algunos se explica en parte por coyunturas recelosas, en parte por su poderosa personalidad y, en parte, por su lucidez, su privilegiada garganta y la amplitud de conocimientos que confundían y atemorizaban a personalidades inferiores a la suya. En el momento presente, algunos lo sobreestiman, los racistas-antagonistas se ensañan, y otros, obtusos incomprensivos que no pueden privarse de ofensivas extravagantes, lo rechazan de plano y lo etiquetan de cantaor frío (como si el hielo pudiera estar sobre el fuego), sin entender que su sonar gitano dolía a la par que alimentaba, y sin considerar que el Maestro ha sido el cantaor que más ha aportado a esta historia reciente, amén del efecto estimulador que ha supuesto no sólo para sus propios compañeros, sino también porque ha rellenado numerosas lagunas y ha allanado el terreno para la futura investigación flamenca.

Si no fuera desagradable detenerse en la experiencia personal (¡dadme músicas! , decía), podría contar infinidad de anécdotas de cómo el Maestro recogía un hilo de música jonda y lo engrandecía hasta que se nos era dado a escuchar . Pero esto ya lo valoraron los mismos descendientes de los cantaores a los que él cubrió de gloria poniéndole nombre a sus cantes, o presuntos cantes, vaya usted a saber.

(continuará)

14/6/07

REFLEXIONES ANTE LA REVOLUCION MAIRENISTA (3)



Manuel Martín Martín

A tenor de lo expuesto, pienso que sin un estudio serio y profundo del mairenismo es imposible hacerse una idea adecuada de su influencia en el Cante. De todos es sabido que hay dos modos de adquirir conocimientos flamencos: por estudio razonado y por experiencias vivenciales. Ambas metodologías nos las proporciona el mairenismo, pero introduciendo una variable primordial que ya destacara Roger Bacon en sus meditaciones pedagógicas: «no basta el razonamiento, sino la experiencia». Y la experiencia, acumulada y sentida, es la que avala, refuerza y da autoridad a la obra del Maestro, sirviendo de sostén para una considerable parte de los cantes más bellos y grandes de la movida festivalera y de las impresiones discográficas de estos últimos años manen de esa fuente de aguas torrenciales que nos suministra el mairenismo.

Pero juzgar al Maestro sin antes empaparse de sus duendes o de sus misteriosos y profundos sentires gitanos es tan insustancial como juzgar la pintura por sólo los colores mezclados en la paleta. Porque Antonio Mairena no sólo se preocupó del embeleso sonoro del cante gitano-andaluz, sino también de la fuerte carga emotiva que lo caracteriza. El mundo de los matices que descubre o ilumina, la contemplación de la divina belleza y el sublime ordenamiento que suscita, la armoniosa conexión con la pureza que entendemos por clásica, la infinita jerarquía que establece ante los mediocres oficialistas y la evidencia absoluta de las creaciones y recreaciones que nos brinda, son los más probados motivos de esta universidad de Cante que ha dado derecho al respeto humano y a la dignificación de un Arte que hoy en día es inatacable e inigualable.

A mayor abundamiento, la obra del Maestro de los Alcores siempre deja algún valor permanente incluso en la persona que sin profundizar en ella menos simpatía le cause, pero a buen seguro que cuando encontramos un punto débil, inmediatamente surgen dos puntos sólidos a los lados. Esto hace que nunca quedemos defraudados ante la escucha de su cante, porque Antonio Mairena siempre intentó unir la verdad pura del Cante con la belleza y grandiosidad del mismo. Aquí, queridos lectores, se resume perfectamente la personalidad de un Maestro irrepetible que impuso una forma de pensamiento y comportamientos jondos, demostrando que su verdad era uniforme y universal, y dejando patente que el mairenismo, como símbo1o y tragedia del pueblo gitano-andaluz, no sólo es música para los oídos, sino también para el alma y el corazón.

Alguien pudiera pensar que todo esto es una irracionalidad; y yo me pregunto, ¿qué no lo es en el mundo vivificador y creativo del Arte Flamenco? No obstante, el mairenismo no es el quite soñado de Curro Romero. El mairenismo es una revolución real, una revolución vanguardista (marca un camino de apertura hacia otros horizontes y nos llevan a las más altas cotas del progreso jondo) y una obra maestra (espejo vivo de nuestra emotiva cultura flamenca), que está ahí y es imborrable, aunque para entenderlo y comprenderlo haya que sentirlo, ceñirse a su profundidad y transparencia, y amonarse con sus ecos incomparables, con sus silencios maestrantes que lo sitúan en la cima de la segunda mitad de este siglo, ya que es modelo y meta a seguir por los cantaores.

Mas, considerando que lo episódico pierde terreno ante lo sustancial, hay un hecho de capital importancia. Gracias al arrojo de Antonio Mairena se manifiesta una clara voluntad de perspectiva flamenca. La profesionalidad que subyace en su obra se aplica a sus cantes que día a día iba modificando y reconstruyendo (de esto puede dar fe mi modesto archivo que se ve honrado con miles de metros de «cintas de tanteo»). Ello no le permitió pasar ningún día de su vida sin dotar de cuerpo a músicas diseminadas y abstractas, sin descubrir un nuevo tercio, restaurar estilos perdidos en el tiempo y construir arquitectónicamente nuevas y precisas melodías, orgullo y gloria del cante gitano-andaluz. Y todo por mor de un hombre que se encontró en el verdadero ápice de su fama trabajando infatigablemente y con igual energía hasta el final, a la edad de setenta y cuatro años.

(continuará)

11/6/07

REFLEXIONES ANTE LA REVOLUCION MAIRENISTA (2)

Manuel Martin Martin

Por otro lado, el mairenismo triunfa porque las tendencias dominantes de su época no lograron del todo cuajar en ninguna personalidad sobresaliente y asimismo, porque se apoya en antecedentes inmediatos válidos. Además, pienso que las aportaciones del mairenismo han estado siempre por encima de las posibilidades de cantaores y aficionados de su época. Con ello no pongo en duda que si otros distinguidos cantaores hubieran aplicado su capacidad (en este caso insólita) de búsqueda, observación, cotejo, razonamiento, inducción e invención al estudio del Cante Flamenco, podrían haber llegado presumiblemente, a ser otro Antonio Mairena. Pero la mayoría buscaron el lado práctico; no fueron conscientes del tratamiento cultural que este arte requiere y carecieron de una idea que siempre se hizo presente en el Maestro de los Alcores: en el Flamenco, las autoridades cantaoras y la tradición oral suministran los datos; el resto del trabajo corresponde al investigador, al genio en suma.

Empero, la revolución mairenista vale por sí misma y no por las confrontaciones con otras escuelas o tendencias. Si a esto añadimos la entereza, el sacrificio constante, la capacidad de autocrítica y la flexibilidad de su metal flamenquísimo, entenderemos el ordenamiento característico de su copiosa floración discográfica que la hacen insustituible en el panorama de la flamenquería actual. Y todo por toda una vida consagrada al Arte Flamenco. Todo por un Antonio Mairena que se había casado con el Cante, que se acostaba a diario con él y que sin desviacionismos, ha dejado en su obra la más bella expresión ancestral del pueblo gitano-andaluz.

En otro orden de cosas, Antonio Mairena propagó su ideal del Cante gitano-andaluz -que fue su deidad preferida- a través del mairenismo. Pero la idea de que la verdad del mairenismo descansa en la reducida base de un número limitado de proposiciones hereditarias para los que han convivido el ambiente gitano de las casas cantaoras, aparece formulada por la inteligencia del Maestro, por su capacidad de síntesis y por un acusado sentido de la responsabilidad ante sus predecesores, bifurcando todo su fecundo trabajo investigador en dos direcciones: penetró con exquisita delicadeza en otras escuelas, en otras corrientes, perfeccionando matices y estilos, y dedicó todo su aprendizaje a cultivar magistralmente su propio jardín. El éxito, por claro y demostrativo, resulta evidente y ha sido espectacular por cuanto su progresiva corriente revolucionaria ha llegado a la universalidad. Creo que ello explica la extraordinaria longevidad de los cantes que nos oferta su densa obra, penetrante e inmensa, y que ha simbolizado y fijado definitivamente toda la historia del cante gitano-andaluz, a pesar de que Antonio Mairena siempre fue consciente de que el cante gitano era incomprensible para la inmensa mayoría de los no gitanos.

Al hilo de estas reflexiones, queda muy lejos de mi intención el que el mairenismo sea semillero de polémicas y discordias. Todo lo contrario; pretendo que sea venero de estudio de la más indubitable sabiduría. Pero sí tengo que precisar que muchos recabaron la amistad de Antonio Mairena con el propósito evidente de adquirir lustre o respaldo y triunfar en el Flamenco. Otros, de modo opuesto, le admirábamos como alfaguara donde saciar nuestros cortos conocimientos.

De todas formas, admítaseme insistir sobre lo dicho porque la superfluidad de algunos comentarios, para los que negar importa más que afirmar, así me obligan. Respecto al mairenismo, más discutido que estudiado y comprendido, hay dos facciones claramente diferenciadas: una considerable masa ignorante que habla mucho y dice poco, y una pequeña minoría que sabe y calla, o que habla de acuerdo con lo que sabe. Por supuesto que no olvido a aquellos que se ahogan en la orilla de este mar caudaloso porque se han quedado con los aspectos más superficiales y lo liquidan porque les irrita haber profundizado en él sin la sensibilidad necesaria -por lo que su intento resulta frustrado-, lo abandonan enseguida y optan por lanzar sus ataques contra él a sabiendas de que estos elocuentes y disparatados arranques no pasan de ser una simpleza. A estos últimos no les vendría mal recordarles aquello de que «desprecian cuanto ignoran», o 1a lapidaria frase de Goethe: «verás errar a comprensivas gentes. A saber, en las cosas que no entienden».

(continuará)

7/6/07

REFLEXIONES ANTE LA REVOLUCION MAIRENISTA (1)

Gitano: tú te has dejao el corazón en pedazos
donde quiera que has cantao.
Fosforito


Así escribía para CANDIL don Antonio Mairena: «Fue por los años 29 cuando empezó mi carrera. .., en un concurso el año 24 en Alcalá de Guadaira; un jurado..., me adjudicó el primer premio»

Manuel Martín Martín

(publicado en CANDIL nº 49, enero febrero 1987)

Estamos a tres años y medio de la desaparición del primer Hijo Predilecto de Andalucía, el Excmo. Sr. D. Antonio Cruz García, «Antonio Mairena», y ya que estoy obligado a decir lo que creo, pienso que éste es el marco idóneo para desgranar algunas reflexiones y llamar a las cosas por su nombre.

También para convenir que el mairenismo está más vivo que nunca, que continúa siendo más realidad que historia -a pesar de los espúreos mairenistas de ocasión que en vida rindieron pleitesía al Maestro (permítaseme la solemnidad mayúscula) y que hoy se avergüenzan de ello-, así como para establecer un principio diferenciador , abierto y constructivo, que llene de contenido la labor didáctica y hermenéutica de quien ganó la plácida nirvana de los elegidos por cuanto gesta la lección más cabal y edificante de los doscientos años de cante gitano-andaluz.

Sin necesidad de alardear de excursionismos pretéritos, sin remontamos a documentos históricos, circunscribiéndonos a los hechos que conocemos (no por dudosas tradiciones orales o por lecturas, sino por haberlos vivido), hemos de aceptar que se ausentó el Excmo. Sr. D. Antonio Cruz García, pero el mairenismo, su magna obra, permanece vivo e inmortal en el indeleble recuerdo de la afición y en la memoria de los cantaores contemporáneos que, entre tercio y tercio, beben de esta inveterada fuente, rebuscando las vetas perdidas del Cante y la queja más sentida en esta cantera del lamento que se nos presenta como el pilar más firme de nuestra genuina manifestación musical.

En un tiempo en que las interferencias son más acusadas que nunca, los influjos del mairenismo no están cancelados y múltiples testimonios lo demuestran. Así, la esencia sin definición de la revolución mairenista -entendida como cambio total y radical en la movida jonda, con alteración de gustos, rescate, engrandecimiento y reivindicación de matices básicos, y con la creación, desarrollo y recreación de estilos desconocidos, tanto como con la difusión y potenciación del Cante gitano-andaluz-, supone una mutación importante y una transformación determinada por una ardua tarea investigadora aderezada con la genialidad mágica y prodigiosa del Maestro. Y es que la revolución mairenista, como soporte argumental de investigadores, tratadistas y cantaores, ha sabido trazar la «raya» en la reciente historia del Flamenco, y hoy por hoy me obliga a hablar de «antes» y «después» de Antonio Mairena. Por ello, si tuviera que nombrar con una sola palabra la estrella polar en torno de la cual gira el firmamento de lo jondo, la idea central que penetra como un espíritu oculto en el cuerpo de la doctrina flamenca señalaría precisamente el mairenismo.

Pero el término en cuestión no es un neologismo más. Como vocablo calificador de una escuela cantaora -no se confunda escuela con tendencia-, es un movimiento predeterminado y con intenciones claramente definidas. De suerte que Antonio Mairena irradia hacia el futuro la concepción más intensa del Cante gitano-andaluz, y con él éste cobra primacía y dominio. De ahí que haya marcado tan honda impronta en las últimas décadas.

Vistas así las cosas, el mairenismo indica un retorno, más que un comienzo, y se nos antoja como un selecto depósito inagotable del que se derivan buena parte de los ayes, sones y quejíos del cante moderno. Y del mismo modo que alguien dijo que los ríos estaban hechos para alimentar canales navegables, yo me siento inclinado a decir que una de las principales funciones de la revolución mairenista es alimentar la recreación del Flamenco, ya que su consistencia, una vez establecida, es usada constantemente por los cantaores para ahorrar esfuerzos, suministra innumerables atajos para llegar a la expresión evolutiva de lo que llamamos Flamenco y nos da hermosas pruebas para establecer comparaciones y ver la grandilocuencia de este hecho diferencial del patrimonio cultural andaluz.

(continuará)