Manuel Martin Martin
Por otro lado, el mairenismo triunfa porque las tendencias dominantes de su época no lograron del todo cuajar en ninguna personalidad sobresaliente y asimismo, porque se apoya en antecedentes inmediatos válidos. Además, pienso que las aportaciones del mairenismo han estado siempre por encima de las posibilidades de cantaores y aficionados de su época. Con ello no pongo en duda que si otros distinguidos cantaores hubieran aplicado su capacidad (en este caso insólita) de búsqueda, observación, cotejo, razonamiento, inducción e invención al estudio del Cante Flamenco, podrían haber llegado presumiblemente, a ser otro Antonio Mairena. Pero la mayoría buscaron el lado práctico; no fueron conscientes del tratamiento cultural que este arte requiere y carecieron de una idea que siempre se hizo presente en el Maestro de los Alcores: en el Flamenco, las autoridades cantaoras y la tradición oral suministran los datos; el resto del trabajo corresponde al investigador, al genio en suma.
Empero, la revolución mairenista vale por sí misma y no por las confrontaciones con otras escuelas o tendencias. Si a esto añadimos la entereza, el sacrificio constante, la capacidad de autocrítica y la flexibilidad de su metal flamenquísimo, entenderemos el ordenamiento característico de su copiosa floración discográfica que la hacen insustituible en el panorama de la flamenquería actual. Y todo por toda una vida consagrada al Arte Flamenco. Todo por un Antonio Mairena que se había casado con el Cante, que se acostaba a diario con él y que sin desviacionismos, ha dejado en su obra la más bella expresión ancestral del pueblo gitano-andaluz.
En otro orden de cosas, Antonio Mairena propagó su ideal del Cante gitano-andaluz -que fue su deidad preferida- a través del mairenismo. Pero la idea de que la verdad del mairenismo descansa en la reducida base de un número limitado de proposiciones hereditarias para los que han convivido el ambiente gitano de las casas cantaoras, aparece formulada por la inteligencia del Maestro, por su capacidad de síntesis y por un acusado sentido de la responsabilidad ante sus predecesores, bifurcando todo su fecundo trabajo investigador en dos direcciones: penetró con exquisita delicadeza en otras escuelas, en otras corrientes, perfeccionando matices y estilos, y dedicó todo su aprendizaje a cultivar magistralmente su propio jardín. El éxito, por claro y demostrativo, resulta evidente y ha sido espectacular por cuanto su progresiva corriente revolucionaria ha llegado a la universalidad. Creo que ello explica la extraordinaria longevidad de los cantes que nos oferta su densa obra, penetrante e inmensa, y que ha simbolizado y fijado definitivamente toda la historia del cante gitano-andaluz, a pesar de que Antonio Mairena siempre fue consciente de que el cante gitano era incomprensible para la inmensa mayoría de los no gitanos.
Al hilo de estas reflexiones, queda muy lejos de mi intención el que el mairenismo sea semillero de polémicas y discordias. Todo lo contrario; pretendo que sea venero de estudio de la más indubitable sabiduría. Pero sí tengo que precisar que muchos recabaron la amistad de Antonio Mairena con el propósito evidente de adquirir lustre o respaldo y triunfar en el Flamenco. Otros, de modo opuesto, le admirábamos como alfaguara donde saciar nuestros cortos conocimientos.
De todas formas, admítaseme insistir sobre lo dicho porque la superfluidad de algunos comentarios, para los que negar importa más que afirmar, así me obligan. Respecto al mairenismo, más discutido que estudiado y comprendido, hay dos facciones claramente diferenciadas: una considerable masa ignorante que habla mucho y dice poco, y una pequeña minoría que sabe y calla, o que habla de acuerdo con lo que sabe. Por supuesto que no olvido a aquellos que se ahogan en la orilla de este mar caudaloso porque se han quedado con los aspectos más superficiales y lo liquidan porque les irrita haber profundizado en él sin la sensibilidad necesaria -por lo que su intento resulta frustrado-, lo abandonan enseguida y optan por lanzar sus ataques contra él a sabiendas de que estos elocuentes y disparatados arranques no pasan de ser una simpleza. A estos últimos no les vendría mal recordarles aquello de que «desprecian cuanto ignoran», o 1a lapidaria frase de Goethe: «verás errar a comprensivas gentes. A saber, en las cosas que no entienden».
(continuará)
11/6/07
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