14/5/07

MANUEL TORRE (V)



Y es ahora el maestro Antonio Mairena -al que tuvimos la suerte de entrevistarle antes de su muerte-, de quien se dice que tiene los mismos «ecos» que el Niño de Jerez, quien nos relata los grandes recuerdos que tiene del cantaor jerezano:

-Yo, de Manuel Torre, tengo infinidad de recuerdos, porque es bien sabido de todo el mundo que fue mi primer maestro se puede decir..., en fin y de anécdotas tengo infinidad de ellas. Conocí a Manuel teniendo yo cinco añitos, cuando fue a cantar a mi pueblo en un local de verano, en ese mismo local se celebraba un bautizo de un familiar mío, entonces Manuel asistió al bautizo, puesto que era muy amigo de mi padre. Cuando mi padre me tenía en brazos le dice Manuel: «Rafael, ¿este es tu niño?», y le dijo mi padre que sí, entonces Manuel me besó. Aquella noche escuché yo cantar a Manuel en unión de Joaquín el de la Paula y de Juan Talega, que era todavía muy joven. Ese fue mi primer contacto con él. Luego infinidad de veces también tuve el alto honor de cantar con él, una noche precisamente en mi pueblo, que, por cierto, tuve que suspender el espectáculo porque después de cantar Manuel Torre, ya no se podía cantar más.

-¿En qué se basaba la fuente de inspiración de Manuel?

-Bueno, Manuel, según tenía yo entendido de mis familiares, su padre trabajaba en el matadero de Cádiz y lo llevaba a trabajar con él, siendo Manuel un chiquillo. Entonces en Cádiz conoció a Enrique «El Mellizo», que era muy amigo de su padre. Ahí fue donde Manuel tuvo su primer contacto con el mundo del cante. Inmediatamente se prendó de las formas de cantar de Enrique, al menos eso es lo que yo tengo oído de los hombres que lo conocieron en ese tiempo.

-Aparte de Enrique «El Mellizo», ¿en qué otros cantaores se inspiró?

-Sí, él también se inspiraba mucho en el «Viejo de la Isla», se inspiraba en su tío Joaquín Lacherna y Francisco La Perla, aunque cantaba todos los cantes de los genios de su tiempo. Claro que en él los cantes ya no eran igual, porque tuvo una cualidad que pocos genios la han tenido. El borró todas las normas que había en ese tiempo, por lo tanto hay que hablar de Manuel para acá. Hay que hablar de la era de Manuel.

-¿Creó El Torre una nueva forma de cantar?

-Sí. Porque antes que él todos los cantaores cantaban con la voz «afillá», con la voz ronca, y Manuel rompió eso totalmente, imponiendo la voz natural.

-¿Fue Manuel un cantaor irregular?

-Bueno, yo no puedo contar nada de irregular de él porque las veces que yo lo escuché cantar lo hizo de una forma magistral. Una noche lo escuché en una fiesta en la que estaban Joaquín el de la Paula, en la sevillana Plaza de la Alameda. Fue una fiesta que dio don Felipe Orube y entonces acabó con la reunión; entonces, le dijo Joaquín que él era «el acaba reuniones». Ya digo que las veces que lo escuché lo hizo de una forma irresistible... no se podía «aguantá».

-¿Tan extraordinario cantaor era?

-Pues, cómo sería, que una noche en el Café Novedades, una noche que no cantaba don Antonio Chacón -porque resulta que en el Novedades una noche actuaba Manuel Torre y otra don Antonio Chacón-, entonces, una noche estando Chacón en un palco con los amigos, cómo cantaría Manuel que Chacón le tiró la capa, el sombrero, el bastón y todo lo que pilló, y le chillaba diciéndole: «¡Eres Castelar!, cuando cantas ¡Eres Castelar!» Luego le decía: «Majareta», «Majareta». Con esto está dicho todo. De modo que usted ya se puede figurar lo genial que sería.

-¿Qué fue Sevilla para Manuel y qué fue Manuel para Sevilla?

-Yo creo que Sevilla significó para Manuel el todo, porque allí se hizo, se consagró. Se hizo lo que fue Manuel, un cliché irrepetible.

-Don Antonio, ¿Sevilla supo agradecer la entrega de Manuel Torre?

-Por aquel entonces no agradecía nadie nada al cante gitano-andaluz; ni en aquel entonces ni ahora tampoco, y el cante gitano-andaluz fue Manuel Torre. Pero lo mismo que le pasó a Manuel, le pasó a todos los grandes cantaores de aquella época, casi exactamente igual le pasó a don Antonio Chacón. Lo que le ocurrió a Manuel Torre fue debido a su forma de ser, porque era un hombre caprichoso, un hombre que cuidaba poco de su forma, de su arte, de lo que debía de ser; era un hombre que no preveía lo que mañana podía ocurrirle y tuvo el mismo final que en esa época tuvieron todos los grandes genios del arte flamenco.

-¿Fue Manuel un cantaor largo o corto?

-¡Larguísimo! ¡Larguísimo! Eso que dicen que solamente cantaba siguiriyas es un error total porque cantaba los cantes de Levante que asustaba, cantaba la Petenera, los Tangos; si cantaba por Malagueña, el cante de Enrique hacía botar a la gente. Todo lo cantaba extraordinariamente. Ahora, le digo otra cosa: Sevilla fue la que le dio ese gran nombre, la que lo proclamó, la que dijo que Manuel fue ese genio que ya no vuelve más.

-¿Pasarán muchos años para que pueda haber otro Manuel Torre?

Yo creo que fue una moneda que no se vuelve a repetir

-¿Se puede definir el cante de El Torre, si es que tiene definición?

-El cante de Manuel es muy difícil de definirlo, porque ya he dicho antes que él no se parecía a nadie. Yo no he seguido más que la idea que él tenía, porque mi gran locura ha sido siempre Manuel Torre, porque soná como sonaba Manuel, tener la misma mentalidad y el mismo cerebro, los mismos «duendes», eso es dificilísimo.

Luego, también ha habido grandes cantaores que me han gustado mucho, como por ejemplo: Joaquín el de la Paula, que sobre todo por soleá fue maravilloso; fui también un enamorado de Pastora y de Tomás, que fueron dos genios. También me gustaba mucho «El Gloria», «Juanito Mojama», el «Fósforo» de Cádiz y muchos que han cantado fenomenal.

-¿Fue El Torre un cantaor de leyenda?

-De Manuel Torre las leyendas son ahora. Pero en aquel tiempo no era un cantaor de leyenda porque era una cosa positiva. Porque una señora que no había escuchado nunca cantar gitano -y esto lo presencié yo con mis propios ojos-, Manuel Torre le hizo llorar y a los señores partirse la camisa en esa reunión, porque nunca habían escuchado cantar gitano. Así no se puede ser cantaor de leyendas. Aquello era real.

(continuará)

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