5/12/06

ANTONIO PIÑANA


ANTONIO PIÑANA SEGADO, Cartagena (Murcia), 1913. Cantaor. Desde muy joven participó en espectáculos y festivales, recorriendo diversas ciudades españolas. En 1952, conoció a Antonio Grau, hijo de El Rojo El Alpargatero, perfeccionando a través de él los cantes originarios de las minas, y constituyéndose en uno de sus más fidedignos intérpretes.




CANDIL 35 (septiembre-octubre 1984)

CONVERSACION CON PIÑANA PADRE, MAESTRO DE LOS CANTES DE ESTILOS MINEROS DE CARTAGENA
por Juan Ruipérez Vera



No siempre se tiene la oportunidad de hablar con un gran aficionado al cante flamenco y, al mismo tiempo, persona que atesore tantos y tantos recuerdos adquiridos por sus múltiples vivencias en este arte. Antonio Piñana padre, con sus setenta y un años, es un pozo de saber en todo lo que concierne al arte flamenco en general, y por ello cuantas veces hemos tenido la oportunidad de conversar con él nos ha esclarecido cualquier punto oscuro y dudoso que hallamos podido tener.

Sin lugar a dudas, dentro del cante flamenco, con su inconfundible voz y estilo, ha creado cátedra. Con sus dotes de investigador incansable ha hecho posible el devolver a una tierra milenaria como es Cartagena unos cantes que, por los avatares de los tiempos, quedaron sumidos en el olvido: Antonio Piñana padre ha hecho posible, con su tesón, el milagro del resurgimiento de unos cantes perdidos; cantes que, por su musicalidad autóctona, encierran una belleza musical inconfundible.

Hoy, cuando Antonio Piñana en su retiro nos complace contestando las preguntas que han hecho posible esta conversación, diremos que su figura ha traspasado, como humano -con sus defectos y virtudes-, la frontera del más allá del flamenco; tal y como, a lo largo de la historia, así les ocurriera -y les ha ocurrido- a otras grandes figuras del arte flamenco. Y preguntarse por qué Antonio Piñana ha traspasado ese umbral sería tan difícil -a nuestro modesto modo de ver- como intentar explicar con palabras qué es, propiamente dicho, el «duende» en el flamenco.

-Iniciando nuestra conversación le preguntamos. Maestro, ¿qué es el cante para usted?

-Desde que nací... ¡Mi vida! Ha sido la única cosa que me ha estremecido de verdad y he practicado con toda mi fe.

-¿Se inició muy joven, como aficionado, al cante?

-Como aficionado desde que tenía doce años; aunque anteriormente tuve una niñez que viví, por tradición familiar, el cante y la guitarra, ya que mi padre y mi abuelo cantaban y tocaban la guitarra.

-Si en estos momentos usted está reconocido como el maestro de los cantes de estilos mineros de Cartagena, ¿qué cantaores, a lo largo de la historia, se identificaron con más relieve en estos cantes que usted ejecuta?

-Entiendo que te referirás a los cantaores que elaboraron y recompusieron los cantes de Cartagena. Pues bien, empezaré por nombrar al Rojo el Alpargatero y a su hijo don Antonio Grau Dauset. Y de la época del Rojo padre a Chilares, Paco el Herrero, Enrique el de los Vidales, Antoñito el Porcelana, y un largo etcétera.

Aunque, en honor a la verdad, en ese largo etcétera a que me refiero nos encontramos con un extenso número de cantaores que, por diversas circunstancias, no eran tan buenos como los mencionados en primer lugar. A pesar de que habría que hacer una diferenciación de cantaores de los años 20, 30, 40 y 50 para poder hacer un enjuiciamiento cabal de cada uno de ellos y de cómo se desarrollaron en el contexto de los cataores de nuestra tierra.

-Cuando habla del Rojo el Alpargatero padre e hijo, ¿habla usted del principio del cante de Cartagena o éste ya existía en esta tierra?

-Parte de él sí. Desde antes de que se estructuraran nuestros cantes en lo que son hoy por todo el Campo de Cartagena se cantaba la «Malagueña bolero», el «Cante del Trovo», el «Verdial minero», la «Malagueña Sanantonera», etcétera. Y volviendo al principio de tu pregunta, te diré que el Rojo el Alpargatero padre, indudablemente, aunque se crea lo contrario, fue un gran creador de cantes cartageneros-mineros; que aportó una extensa serie de tonos y de medios tonos característicos de esta tierra, así como los difíciles agudos eslabonados de donde salieron toda la pureza y la creatividad, ya que éste poseía unas grandes facultades y una voz llena de matices y melismas tan necesarios en la ejecución perfecta de estos cantes.

En cuanto al Rojo hijo debo decirte, sin temor alguno, que en ciertos momentos de su ejecución de los cantes llegó a engrandecer y superar toda la obra de su padre. Es por ello por lo que a mí el primer día que lo escuché, allá en un lejano año 1952, me sorprendió de tal manera que me estremeció totalmente, llegando a comprender perfectamente los valores musicales que atesoran nuestros cantes cartageneros-mineros.



-¿Los cantes que usted interpreta, aparte de llevar su personalidad inconfundible, en ellos se detectan los primeros sones del Campo de Cartagena?

-Rotundamente sí, contienen los primitivos sones del Campo de Cartagena; y en cuanto a personalidad, también. Lo único que ocurre es que yo les imprimo mis formas y mis conocimientos, porque yo antes de conocer al Rojo el Alpargatero hijo ya conocía esos cantes que aprendí de mi abuelo y de los cantaores más antiguos y aficionados de Cartagena. y no olvides que en la actualidad cuento con setenta y un años.

-¿Cuáles son los factores determinantes, dentro del contexto del cante flamenco, que fijan la pureza de los cantes de Cartagena o peculiaridades más significativas que los diferencia de los demás cantes mineros o cantes de minas?

-Sin lugar a dudas sus cadencias, su musicalidad, sus medios tonos y, fundamentalmente, los matices; juntamente todo ello con el saber cortar las sílabas de las letras de los versos (de la copla) de los cantes en su sitio justo. Y, por supuesto, acentuar y separar esas sílabas de los versos de la copla en su momento justo como mandan los cánones. En una palabra: Saber respetar toda su ortografía; y, sin lugar a dudas, a la hora de ser interpretados olvidarse de algunos libros que tampoco enseñan ni respetan la ortodoxia de estos cantes.

-Maestro, háblenos de la tradicióin cantaora del Campo de Cartagena.

-Bueno. Ten en cuenta que hay una gran tradición de cantes desde el último tercio del siglo pasado, la cual, afortunadamente, no ha desaparecido ni ha decaído. La afición, aunque reconoceré que está en un nivel general un poquito dormida, continúa viva hasta nuestros días, y como prueba de que esa afición existió, y sigue existiendo -y perdona mi inmodestia- está en mí que empecé a escuchar los cantes de esta tierra allá por el año 20 y hasta ahora no he dejado de cantarlos.

-A colación de los años 20. Maestro, ¿es cierto que en el año 1922, después del Concurso de Cante de Grana- da, se celebró en Cartagena también un concurso de cante?

-Sí. Según mis noticias en el año 1922, en la Cerca de Spottorno, en el cartagenero barrio de Santa Lucía (La Isla), se celebró el primer concurso de cante en Cartagena con la intervención del Cojo de Málaga, Angelillo, Vallejo, Cepero, el Niño de Marchena, que se presentó por vez primera en Cartagena y otros cantaores. El concurso fue un éxito. Te recordaré que por los años diecinueve y veinte, especialmente, el Cojo de Málaga cantaba en el viejo Teatro Circo de La Unión y en Cartagena en la plaza de toros y en esa cerca de Spottorno de «La Isla».

-¿En su trayectoria como buen aficionado, cantaor y maestro de los cantes cartageneros-mineros, existe algún botón de muestra que nos indique su participación directa en la divulgación de estos estilos?

-Existe una discografía amplia en donde se recoge toda la antología de los cantes cartageneros-mineros. Discografía que he ido grabando durante varios años. Y como reconocimiento a la divulgación de estos cantes cuento con el beneplácito de la Cátedra de Flamencología de Jerez de la Frontera al otorgarme el Premio Nacional de Cante en su modalidad de enseñanza y ser Miembro Número de dicha Cátedra, así como Caballero Cabal de la Orden Jonda. Y, de nuestra tierra, poseo el Carburo de Oro del Festival Nacional del Cante de las Minas de La Unión y el honor de haber sido el primer premio absoluto en el I Festival del Cante de las minas celebrado en el año 1961.

-Maestro, actualmente, ¿qué le sobra y qué le falta a los cantes cartageneros-mineros?

-Le sobra la descomposición musical y la falta de pureza que hacen algunos cantaores. En cuanto a faltarles..., para mí los veo muy justos y, musicalmente hablando, inmejorables.

-¿En estos momentos existe algún cantaor que siga la escuela que usted asumió del hijo del Rojo el Alpargatero?

-Hay varios; pero tengo que reconocer que no todos llegan al sitio justo. En estos momentos el único que se aproxima bastante es Manolo Romero, que por algo lleva a la «vera mía» aprendiéndolos más de nueve años. También aquí tengo que hacer una aclaración: mi escuela, por la dificultad que representa su ejecución, no es seguida con la asiduidad que todo artista quisiera. y sin adentrarme mucho en otros hechos que han hecho -y valga la redundancia- que esta escuela quede superficialmente «vetada» (entre comillas lo de «vetada»), me queda la satisfacción de que ha sido -y es- discutida... Pienso que cuando «el río suena es porque agua lleva».

-¿Cómo ve usted el futuro de los cantes de Cartagena si, en la mayoría de los casos, no se siguiera su escuela ni la tradición de donde derivan los estilos de cantes mineros que usted resurgió?

-No sé qué contestarte a esta pregunta, porque, realmente, yo he dejado una fiel escuela de los mismos a través de una extensa discografía..., el que luego los hagan correctamente eso ya es otro cantar.

-¿Existen polémicas a la hora de dar origen o paternidad a determinados cantes de estilos mineros de Cartagena?

-Siempre hay detractores que no están conformes, pero luego, a la hora de la verdad, se conforman y dan por buena y fiel la escuela que yo he dado.

-Maestro, ¿por qué decimos con tanta certeza que un cantaor no ha cantado la malagueña del Mellizo, la siguiriya de Silverio o la soleá de Mercé la Serneta y, sin embargo, nadie dice nada ni da paternidad a un cante de estilo minero cuando lo escucha y, cuando lo hace, sólo se limita a decir: es una cartagenera, una taranta o una «minera» (tarantilla), sin darle paternidad o adjudicar a alguien su creación?

-En principio tengo que decirte que todavía se conoce la paternidad de los estilos andaluces de los cantes que tú me hablas, sin antagonismos de ninguna clase. Sin embargo, los cantes cartageneros-mineros, en principio, tuvieron muy pocas posibilidades y carecieron de los contactos necesarios con Andalucía, que, sin lugar a dudas, es la «Madre Creadora» de todo el cante en general; y esta rama de estos cantes de Levantes anduvo casi siempre se- parada de esa maternidad andaluza: de ahí la propia personalidad de ellos, y también, por qué no decirlo, su musicalidad e inconfundibles líneas melódicas.

-Bien, maestro Piñana, nuestras preguntas terminan aquí; aunque es cierto que nuestra conversación no. Como última pregunta podría decirnos qué juicio le merecen los estudiosos del cante -del arte flamenco- que, de alguna manera, han ayudado a preservar, con sus críticas -acertadas o no-, la pureza del cante.

-Mira, yo te voy a hablar con toda sinceridad. Los que de verdad, como aficionados y con toda honradez necesaria, colaboran para el engrandecimiento y la extensión de nuestro arte flamenco me merecen todo el respeto; pero con lo que yo no puedo transigir ni estar de acuerdo en ningún momento es con los «Flamencólogos de Biblioteca» y los «usurpadores» oportunistas que tanto mal le hacen al flamenco; y que, por regla general, ninguno da la talla suficiente en este mundo de nuestro arte flamenco, porque ten en cuenta que el flamenco justo y de verdad no se puede aprender en bibliotecas, hay que, fundamentalmente, vivirlo horas y horas y noche tras noche, y todo ello entre artistas conscientes y cabales de verdad. ¡Así es como se puede opinar y emitir un juicio crítico justo en el mundo del flamenco!

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