11/12/06

FLAMENCO EN LOS CALLEJONES (II)


Macandé y Carlos Montoya (www.deflamenco.com)

GABRIEL DIAZ FERNANDEZ "MACANDÉ"

(Publicado en CANDIL nº 27, mayo-junio 1983)


Gabriel Díaz Fernández «Macandé», nació un 9 de julio del siglo pasado, concretamente del año 1897. Y fue en Cádiz, en el número 9 de la actual calle del Paraguay, en el barrio de la Viña, recibiendo el bautizo en la cercana parroquia de San Lorenzo; siendo, posteriormente, vecino del barrio de Santa María.

De madre gitana (Fernández Heredia eran sus apellidos) heredó de ésta el rajo gitano que supo imprimirle a sus interpretaciones por diversos estilos. «Macandé» desarrolló una vida patética, llena de vicisitudes, enfermedades y miseria. Desempeñó varios oficios bastantes humildes en su Cádiz natal, en Málaga, en Algeciras, en La Línea de la Concepción, en Ceuta, en Sevilla y en otras ciudades, siendo el más señalado de estos el de vendedor público de caramelos.

Según Eugenio Cobo Guzmán, quien ha sabido profundizar y hacer un auténtico retrato de este artista gaditano, su apelativo artístico debe de datar del año 18 del presente Siglo y lo expresa de la siguiente forma: «Macandé es una palabra que utilizan los gitanos extremeños para significar "loco", "chalado". A raíz de llevar Gabriel ese apodo se popularizó bastante el término en expresiones como "estás más loco que Macandé", o, simplemente: "estás Macandé"».

Fue vendiendo caramelos como conoció en Vejer a su mujer, Encarnación, la cual era muda. Tuvieron dos o tres chiquillos, los cuales nacieron mudos como la madre, circunstancia que hizo que «Macandé» se trastornara de tal manera que ya nunca pudo recuperarse. Encarnación, por éstas y otras circunstancias, fue una auténtica víctima de «Macandé», a quien, a pesar de las vicisitudes y sufrimientos, adoraba con auténtica devoción.

«Macandé» ingresó, en 1935 -según Fernando Quiñones-, en el Manicomio Provincial de Cádiz donde murió de tuberculosis a los cincuenta años, el4 de diciembre de 1947; al decir de Manolo Caracol -siempre según Quiñones-, que lo trató y que lo visitó en su triste encierro de loco, durante sus últimos tiempos, «Macandé» disponía de una voz hermosísima y de gran eco gitano.

Su vida vagabunda y de vendedor de caramelos, le permitía meter en cante, con especial brillantez, sus célebres y melodiosos pregones:

A la salía de Asturia
ya la entrá de la Montaña
jago yo mis caramelos
pa venderlos en toa España.
¡Si tú los quieres de menta,
yo los tengo de limón!


y toda una larga y graciosa retahila de nombres de toreros de la época, así como de jugadores de la Balona, de La Línea de la Concepción.

Continua Fernando Quiñones en su libro: «De Cádiz y sus cantes», que: «El cante de Macandé, que interpretaba todos los géneros gitanos y fue un eminentísimo cantaor de fandangos, muy suyos, y saetero; así, y puesto que lo que hacía en el trabajo y fuera de él, Macandé se pasó la vida cantando. Quizás como una venganza contra el constante, trágico silencio de su casa y de su familia, mudos de nacimiento la mujer y dos hijos...».

A decir de Luque Navajas: «Era un artista genial, extravagante, de unas aptitudes de cantaor insuperables». Por otra parte, Pericón de Cádiz dice de él: «Era un gitanillo que había en Cádiz con un eco de voz que yo no se lo he oído a nadie, y luego era tan chico, tan menúo, tan negro, que cuando sacaba el eco aquel, uno decía: "Pero bueno, ¿de aónde saca el gitano este la voz?". y nunca se ponía ronco: a lo mejor se tenía que estar veinte horas cantando en una fiesta, salía, lo llamaban pa otra y cantaba tan tranquilo como si estuviera nuevo».
«Macandé» detestó el profesionalismo. No aceptaba que le pagaran su arte. Una ejecución suya, interrumpida en Ceuta por tal causa, le costó su salida de la ciudad, después de cantar una saeta maravillosa, entre el entusiasmo del público acumulado, «Macandé» fue requerido por el general Sanjurjo para cantarle otra, lo que se dispuso a hacer de buen grado, hasta que le pusieron en las manos veinte duros, que él rechazó enojadísimo, llegó a empezar la saeta, pero la desazón le duraba, puesto que se le insistía en que aceptase el dinero, con que dejó de cantar después del primero o el segundo tercio; el asunto y la incomodidad fueron a más ya más: «Macandé» fue expulsado de Ceuta.

Fue gran intérprete de siguiriyas, soleares, tangos, bulerías, etc., recordándosele en Málaga como genial intérprete de tonás.

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