5/2/07

JUAN CARMONA "HABICHUELA" (II)

-La casa de los «Habichuela» hoy en día es muy numerosa. Sin lugar a dudas, tú has sido el que le has dado popularidad. ¿Se puede decir que los «Habichuela» han creado escuela?

-Bueno. En algunas cosas quizá te pueda decir que sí. Por ejemplo, en el acompañamiento ahí está lo que he hecho. Hoy en día hay mucha gente que se come la guitarra, que la toca fenómenamente. Pero a la hora de acompañar el guitarrista tiene que pararse y escuchar al cantaor y ayudarle, sobre todo cuando está mal de la voz. No meterle variaciones largas, hacerle cosas raras para dejarlo más afónico, sino ayudarle para que se tranquilice y pueda salir de lo que está haciendo porque está físicamente mal. Eso es lo que tiene que hacer un guitarrista que acompaña. Y hoy, que me perdonen muchos guitarristas que hay que tocan muy bien, están locos porque el cantaor termine la salía, para empezar a picar y hacer cosas que arranque el aplauso. Yo lo hago también algunas veces, pero no es eso. Cuando el cantaor termina su cante se le hace una variación cortita y entra otra vez. Se le ayuda a respirar y a entonar de nuevo.

-¿Se subordina la guitarra así o mantiene su papel esencial de acompañamiento y a la vez de figura como el propio cantaor?

-Hombre. Si es un guitarrista responsable, ahí está su labor. Nosotros hemos tenido mala suerte en eso, porque el figura es el cantaor y nosotros somos la segunda figura, si se le puede llamar así. Entonces, si hay un guitarrista que le acompaña bien, es otra figura. Ahora, si se quiere destacar por encima del cantaor, ya no lo es. Y hay muchos que quieren sobresalir. Yo conozco a bastantes que les pegan más aplausos que al cantaor. El cantaor es el mataor y el guitarrista el banderillero. Hay que dejarlos cantar y si el guitarrista quiere sobresalir que haga después dos solos para que el público sepa que también es figura. Pero mientras el cantaor está actuando el guitarrista tiene que estar supeditao a lo que hace el cantaor.

-De tus innumerables vivencias, sobre todo en Granada, ¿cuáles han sido las que mejor sabor te han dejado?

-Con los cantaores he tenido muchas vivencias. El que más me gustaba en Granada era Juanillo el Gitano. Aún estando en Madrid, en Torre Bermeja, ganaba entonces quinientas cincuenta pesetas y todos los días ahorraba quince o veinte durillos y cuando juntaba diez o doce mil pesetas, eso es muy importante en el aficionao -yo voy a hablar ahora como aficionado-, cogía este dinero y me montaba en el tren por la noche y amanecía en Graná. Llevaba en mi mente lo que me iba a gastar , que me quedara dinero para el viaje de vuelta. Luego, dos mil pesetas para Juanillo el Gitano, otro tanto para el guitarrista y a tirarme todo un día entero con Juanillo. ¿Que me cantaba? Magnífico. ¿Que me hablaba? Mejor. Nos comíamos nuestros pollos con ajos en la venta, hasta que sólo me quedaba el dinero para la vuelta a Madrid. Eso lo he hecho muchas veces por escuchar a ese gitano granaíno.

Luego tengo otras vivencias en Graná con muy buen sabor. Allí llegó uno que le decían Enrique el Gitano, que ya murió, y cantaba por tarantas muy bien, pero que muy bien. Yo iba detrás de él como un perrillo. Me decía «Niño que siempre estás...». Yo tenía quince o dieciséis años. Y se acompañaba él solo. Luego estuvo el de la Calzá. Con él me buscaba ya la vida. Estuvo como cinco o seis años. Era en aquellos tiempos un monstruo cantando por fandangos. Pa mí ha sío el que mejor ha cantao por fandangos de toos los que yo he escuchao. También estuve con Agustín el Gitano, que entonces estaba buscando allí la vida. El mencionado «Gandinga» que cantaba, como he dicho, muy bien por soleá. Ellos tenían cuarenta o cincuenta años y yo dieciocho. Y siempre escuchando y aprendiendo. Insisto, modestia aparte, toque mejor o peor , lo que sí he sío es un buen aficionao desde que tenía babero. Me ha gustao y me gusta mucho el flamenco.

Cuando llegaban a Graná las troupes, me cogía mi padre que en paz descanse y nos íbamos a verlos. Allí llegaban Canalejas de Puerto Real, Cepero, Marchena, la de La Puebla, Luquitas de Marchena, que todos iban a la plaza de toros vieja de Granada. Me cogía de la mano mi padre y yo me quedaba embelesao escuchando a esa gente. Ramón Montoya, ¡cómo tocaba la guitarra...! Entonces no había esa megafonía que hay hoy.

Luego, me casé en mi tierra y me fuí con Gracia del Sacromonte. Una bailaora de mi tierra que estuvo con El Greco en América y que era también sobrina del que me enseñó a tocar la guitarra. Estuve con ella como un año o un año y medio, y después, Mario Maya -en Graná- me dijo que me fuera con él, que por aquella época debutaba en «El Duende», en Madrid. Debutamos en «El Duende» hace casi treinta años. Posteriormente, nos pasamos a Torre Bermeja, pues con Mario estuve bastante tiempo. Después me fui a la mili y cuando me licencié grabé mi primer disco con Rafael Farina, el famoso disco de la grabación «Por Dios que me vuelvo loco», en Barcelona. Volví a Madrid y al poco tiempo grabé el disco de Manolo Caracol que por aquel tiempo estaba bastante tocao de la Voz -por la edad-, tenía sesenta y algo de años, que por cierto, estuvo muy bien y ahí está el disco. Luego comencé a acompañar a Fosforito que, por cierto, hicimos una tourné por América, la cual recorrimos de punta a punta. Volvimos a España y Comenzamos los festivales flamencos. Por aquella época, los pioneros de los festivales eran Fosforito, Jacinto Almadén, Jarrito, Terremoto de Jerez y los guitarristas Melchor, Juanito Serrano, El Poeta y yo.

(continuará)

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