10/2/07

LA GUITARRA Y SU APRENDIZAJE

Por Antonio Piñana (padre) y Juan Ruipérez Vera

(publicado en CANDIL nº 21, mayo-junio 1982)

Desde la época medieval en que la guitarra poseía tres cuerdas , teniendo como misión el acompañamiento de canciones populares, hasta hoy, que está constituida por seis, las virtudes musicales que atesora alcanzan tal magnitud que, unidas a sus recursos de expresión sumamente difíciles, ha sido objeto de estudio por grandes maestros y musicólogos, entre los que podríamos citar al profesor Manuel García Matos.

La guitarra desde su evolución va adquiriendo, por la sucesiva adición de la quinta y sexta cuerda, el perfeccionamiento que dio lugar a la introducción de distintos procedimientos y mecanismos que le imprimen un gran efecto musical, destacando entre ellos: el «vibrato», el «portamento» y el «trémolo» que, unidos al «rasgueado» , a los distintos «arpegios» y al «picado» en las falsetas, así como a las ejecuciones del dedo pulgar , hacen que se transmita, por medio de los dedos del ejecutante, toda una amplísima gama de matices y de sentimientos humanos.

No queremos dejar de resaltar que en la guitarra se da una dualidad muy importante y significativa, por lo que ha sido estudiada bajo dos versiones. La primera es aquella en que las obras han sido transcritas en partituras y su ejecución corre a cargo de intérpretes dotados de estudios musicales, dándose esta circunstancia, en la mayoría de los casos, en aquellos ejecutantes encuadrados en la música clásica. En segundo lugar, las obras para guitarra flamenca, observada desde el punto de vista como acompañante del cante, debido a la dificultad que encierran algunos de sus mecanismos, no ha sido anotada en partituras. La dificultad ha hecho que en la actualidad no existan métodos eficaces para el estudio y aprendizaje del acompañamiento de las distintas versiones del arte flamenco, prueba de ello puede ser Rafael Marín (citado por Ricardo Molina y Antonio Mairena en su libro « Mundo y formas del cante flamenco» ), quien en 1902, publicó un método donde no acertó a vencer las dificultades que el «rasgueado» representaba en la anotación. Por cierto, los citados flamencólogos indican: «Que los tocaores no saben música, por lo general. Aprenden de oído y varían a su «gusto» las falsetas. La experiencia ha demostrado que el conocimiento científico de la música no ha beneficiado a los pocos tocaores que se preocuparon de adquirirlo».

Es cierta la afirmación y la apreciación del poco beneficio que ha representado a los tocaores que se preocuparon por adquirir el conocimiento científico de la música; pero es necesario, una vez más, introducirnos en el tema técnico-musical procurando no olvidar que todo aquello que se interpreta, bien sea el toque de concierto o de acompañamiento al baile y al cante, en el arte flamenco es música y, por tanto, susceptible de ser anotado. ¿No será que el arte flamenco al ser un impulso intuitivo, momentáneo y emocional que brota, al estar rodeado de un ambiente propicio, del interior de un intérprete que lo siente y vive, y a su vez carece de unos conocimientos musicales pero no desprovisto de un arte, la causa por lo que esta afloración musical unida al sentimiento no pueda ser transcrita en un pentagrama? Creemos que el flamenco sí puede ser anotado sin necesidad de que en la anotación se pierda toda la belleza, toda el alma y todo el sentimiento que el artista imprima a su creación; la música, al ser un arte formado por la combinación del tiempo y el sonido es, en definitiva, conmensurable y por tanto, susceptible de anotar .

Ahora bien, analizados estos conceptos, observamos que esta carencia de anotación es debida a la poca atención que a este tema se le ha prestado durante largos años y, por supuesto, a la falta de una programación objetiva que nos lleve a un perfecto aprendizaje.

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